Por lo visto, son tiempos de gracia.

Gracia para los traidores y para los aliados.

En los primeros encaja Emilio Lozoya Austin, a quien el fin de semana vimos disfrutar una reunión de hogar en un restaurante de Las Lomas.

El ex director de Petróleos Mexicanos (Pemex) es el testigo escogido desde el poder para someter a juicio la corrupción del sexenio de Enrique Peña.

Con ese objetivo se le persiguió junto con algunos miembros de su familia y se negoció su repatriación a fin de liderar el mayor escándalo político.

Pero tras su regreso se le ha dado trato de lujo: Primero se le internó en un hospital al sur de la Ciudad de México y más tarde se le envió a su casa.

Las del sábado fueron las primeras fotografías donde se le ve sonriente, tranquilo, mientras sus acusados son perseguidos sin ninguna contemplación.

Por él está en la cárcel el ex senador panista Jorge Luis Lavalle y anda en la incertidumbre el ex candidato presidencial Ricardo Anaya.

Todavía estamos en espera de más nombres, más cargos y más pruebas para llegar hasta los altos mandos por él señalados, acaso Luis Videgaray el principal.

Aun así, Lozoya Austin nos debe mucha credibilidad, tanto como la justicia por la cual él se da la gran vida en libertad.

EL TURNO DE BONILLA

La otra gracia es un premio a la lealtad.

El fin de semana próximo habrá una gira presidencial por Baja California con una agenda por los cinco municipios del estado.

Será un recorrido de despedida del gobernador Jaime Bonilla, quien entregará el poder el 1 de noviembre a Marina del Pilar.

La agenda contempla seis actos segmentados en los cinco municipios y durante los tres días del tour político, una distinción exclusiva.

Es una demostración de la gran cercanía entre ambos, pero sobre todo se prestará a especulaciones de cambios en el gabinete y a dónde irá Bonilla.

Ha sido candidato a todo: embajador, Conagua, las secretarías de Economía, de Turismo, de Comunicaciones y Transportes, Pemex…

Vendrá el momento de la definición para un amigo muy singular: su relación lleva decenios, van juntos al béisbol a Estados Unidos y Bonilla fue el primer comisionado para formar el movimiento.

Flaqueó en 2015, cuando en una plática en Sinaloa le dijo:

-Yo ya me cansé, Andrés. Tú quieres el registro y está cabrón…

-No, Jaime. Si no hay 2015 tampoco habrá 2018.

Y ahí van, con su afecto en público y el compromiso de ser factores en las presidenciales del 2024.

LA REFORMA DETENIDA

1.- Han sido muy cuestionados desde todos los frentes.

Pero a Alejandro Moreno, Alito, y Rubén Moreira debe dárseles el mérito de frenar por ahora la reforma eléctrica.

Han contenido la presión presidencial iniciada a partir de los resultados electorales para hacer del Partido Revolucionario Institucional (PRI) un aliado más.

Alito y Moreira se disponen a hacer consultas con expertos y militantes para contemplar todos los ángulos técnicos, políticos y económicos.

No han cedido a los reclamos internos ni a los reproches externos, sobre todo los del panista Marko Cortés, quien teme sepultar la alianza Va por México.

Con el tiempo sabremos cuál es la posición priista, pero por ahora no está a la vista la aprobación rápida, denominada con el anglicismo fast track.

Pasará este período ordinario y Palacio Nacional seguramente explotará contra quienes él descalifica como aliados de neoliberales y transnacionales.

Y 2.- En su gira por Baja California, el jefe del Ejecutivo se enterará de una realidad:

A días de tomar posesión, Marina del Pilar no ha dado a conocer un plan de Gobierno y, como en campaña, se apoya en el centenar de puntos planteados por Jaime Bonilla.

Mientras, seguro del apoyo presidencial, Bonilla promete un cierre muy activo porque “mi administración termina el 31 de octubre”.

LEG

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