El fin de semana estuve releyendo el pequeño libro “Sobre la tiranía: Veinte lecciones del siglo XX” (2017), de Timothy Snyder, y es imposible no asociarlo con la Reforma Energética que propone el presidente López Obrador y el debate nacional al respecto.

Dos de las veinte lecciones son fundamentales. La primera es la 8: “Destaca. Alguien tiene que hacerlo. Es fácil seguir. Puede resultar extraño hacer o decir algo diferente. Pero sin ese malestar, no hay libertad. Recuerda a Rosa Parks. En el momento en que das el ejemplo, el hechizo del status quo se rompe y otros te seguirán”. Esta lección la deben tener en mente aquellos legisladores del PRI que, en el fondo, saben que la Reforma ahuyenta inversiones, expropia indirectamente activos, limita la iniciativa individual de los mexicanos, frena la transición energética, y reconcentra un inmenso poder en el Gobierno Federal.

Son pocos los legisladores priistas, especialmente de la Cámara de Diputados, quienes han externado que votarán en contra de la (también conocida como) #LeyApagón. Apenas tres senadores de 13, y un puñado de diputados federales, de 71. No obstante, es claro que la vieja disciplina partidista está evitando que varios digan lo que realmente piensan sobre esta regresión energética. Es ahí donde la lección 8 cobra valor: México necesita que cada vez más priistas rompan el hechizo y se pronuncien en contra de la reforma. La nación se los agradecerá y, probablemente, provocarán una reacción en cadena en el partido. Lo necesita México y, siendo sinceros, también el PRI.

La segunda lección importante es la 17: “Escucha las palabras peligrosas (…) Sé consciente de las fatales nociones de ‘emergencia’ y ‘excepción’. Enfádate por el uso traicionero del vocabulario patriótico”. De esta destaco la parte de “excepción”. El presidente López Obrador sabe que su reforma es extrema, pero él y Manuel Bartlett la justifican porque, según ellos, se trata de un “cambio de régimen” y una “transformación”. Tengamos mucho cuidado con estas palabras que, veladamente, hablan de un estado de excepción donde las finanzas nacionales, el sentido común y la prudencia parecen no importar.

Según Snyder, estas tergiversaciones del lenguaje siempre tienen propósitos ocultos. En este caso, la reforma, curiosamente, vuelve a concentrar enormes poderes en el presidente y su Gobierno (al eliminar la Comisión Reguladora de Energía, la Comisión Nacional de Hidrocarburos, y mediante la absorción del Centro Nacional de Control de Energía), apuntando en los hechos a la restauración de la vieja híperpresidencia priista.

Las lecciones 8 y 17 están ligadas. En el fondo, ambas llaman a no permitir la excesiva concentración de poder (ese arreglo institucional que los mexicanos desechamos en los años 1997 y 2000). La primera pide no ceder ante la comodidad del silencio y la complicidad. La segunda, destapar las trampas lingüísticas del poder que la justifican.

@AlonsoTamez

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