Visto con perspectiva (e incluso sin ella), haría falta un enorme esfuerzo y sumirse en una terrible mediocridad para que el Tri dejara de calificar con comodidad a la Copa del Mundo de Qatar 2022.

Si de por sí en modo Hexagonal es accesible, un Octagonal lo hace todavía más: disponer de dos cotejos más como local, mayor repartición de puntos entre los rivales, la ventaja que genera al más poderoso el disponer de más encuentros. En ese último sentido, sobran los ejemplos: eso permite que Brasil califique caminando en las 18 fechas del clasificatorio en Sudamérica, eso permite que en certámenes de liga a 38 jornadas halla pocas sorpresas: entre más se juega, más se refuta lo impredecible.

Caso distinto, en una eliminatoria de Copa FA a partido único, en un preolímpico donde te rifas el boleto en una semifinal de vencer o morir, en una liguilla como las que habituamos en México, el margen de revelación crece sustancialmente.

Sin embargo, una cosa es reconocer cuánto esfuerzo se necesita para complicarse una clasificación que siempre habría de ser plácida y otra muy distinta la historia. La realidad es que desde que se instauró el Hexagonal a fin de dirimir los cupos de Concacaf en el Mundial (Francia 1998, primera justa mundialista de 32 selecciones), sólo hemos avanzado con facilidad en la mitad de las ocasiones. En 1998 (con Bora Milutinovic, quien luego fue destituido para dar sitio a Manolo Lapuente), en 2006 (con Ricardo La Volpe que cumplió aquello de calificar caminando) y en 2018 (con Juan Carlos Osorio, al que podrá reprochársele muchísimo, aunque no tan eficaz y armoniosa ruta hacia Moscú).

En los otros tres procesos que incluyeron Hexagonal, el susto fue de infarto. En 2002 se dio el primer bomberazo de Javier Aguirre, beneficiado en la penúltima fecha por la inesperada derrota de Honduras en casa a manos de Trinidad y Tobago. En 2010 de nuevo el Vasco, esta vez tres victorias al hilo recondujeron todo (antes, con Sven Göran Eriksson estuvimos cerca de ni siquiera meternos al Hexagonal, un cabezazo de Matías Vuoso en Edmonton impidió esa vergüenza histórica). En 2014 la hecatombe de tener que acudir a la repesca en Nueva Zelanda por el boleto… y eso gracias a que un tal Graham Zusi, ofensivo estadounidense, nos rescató anotando a Panamá en tiempo de compensación.

Considerados esos antecedentes parece desmontarse todo lo que escribí de inicio en esta columna: que se requiere tanto esfuerzo como mediocridad para que el Tricolor logre complicarse el pase a un Mundial. Y es que, desafortunadamente, demasiado seguido así ha sido, lo que no puede llevarnos a considerarlo normal: un Octagonal como el actual, con semejante diferencia de estructuras y presupuestos, tiene que ser un cheque al portador para nuestra selección.

Twitter/albertolati

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