El gobierno de Polonia declaró 2021 el año de Stanisław Lem.
Foto: Facebook Stanisław Lem. El gobierno de Polonia declaró 2021 el año de Stanisław Lem.  

Sólo se oía el goteo del agua por las bóvedas invisibles,
sólo la disolución de la eternidad en la clepsidra del tiempo.

La leyenda de los duermientes. Danilo Kis

Por años creí que la ciencia ficción era sólo Stanisław Lem y no había nadie más.

Ese extrañísimo autor polaco me parecía la epítome de ese género literario a veces confundido con la fantasía, y lo creía el Autor Mayor porque se había atrevido a lo casi imposible: decir que la ciencia ficción norteamericana era mala.

Me negaba abiertamente a acercarme a los Asimov, Dick, Clarke o el mismo Ballard; ya había leído Vacío Perfecto y Dimensión imaginaria, vólumenes en los que Lem había escrito reseñas y prólogos a libros inexistentes; ese eco borgiano que resonaba a orillas del Vístula me parecía superior a los textos históricos de Asimov ¿cómo equiparar su Fundación a Diarios de las Estrellas?

Ahora consideró a Asimov la versión juvenil -no menos rica- y esperanzadora de Lem.

Mientras el norteamericano creó su historia del futuro, sustentada en el espíritu aventurero del humano y la compañía de fieles robots, Lem habla de la exploración del universo, con el desencanto de quien, una vez llegado tan lejos, al corazón de las tinieblas interestelares, al volver a la Tierra no tiene nadie con quien hablar (Retorno de las estrellas).

Lem para mí tiene el cariz de enfrentar la desesperanza, el terror y el dolor a través del humor, negro a momentos pero siempre capaz de dibujar una sonrisa en su lector, aunque lo que narra hienda la carne y la asuste de su porvenir.

El Invencible, crucero de segunda clase -la mayor de las naves con que contaba la base de la constelación de Lira- surcaba el cuadrante más exterior de esa región del universo…” así arranca El Invencible, novela en la que Lem con afiladísima filosofía nos ofrece un mundo, Regis III dominado por un algo -sin spoiler-, que provoca en los humanos que lo exploran una involución mental, se vuelven idiotas a tal grado que la tecnología los supera…

En Regis III hay necroevolución, un hecho que lleva al protagonista, Rohan, a preguntarse “¿cuántos fenómenos así, extraordinarios y ajenos al entendimiento humanos, puede ocultar el universo?“.

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Y esa es una de las inquietudes del autor polaco, la imposiblidad de abarcar la totalidad de los fenómenos naturales, no importa la capacidad de entendimiento del humano, habrá algo que siempre lo desborde, como sucede en Solaris.

Solaris, quizá su novela más conocida -tras la adaptación de Tarkosky, a quien Lem le llamó “idiota” por su versión del libro- nos ofrece un planeta vivo, un planeta cubierto por un océano consciente, que se comunica con los hombres que lo estudian -desde una estación que orbita al mundo- a través de visiones.

No necesitamos otros mundos. Necesitamos espejos. No sabemos qué hacer con otros mundos. Un mundo es suficiente” señala Snaut, uno de los protagonistas de Solaris, y su autor pone como clave las bibliotecas, que él considera espejos de la realidad, quizá no exterior, sino interior de los personajes-lectores.

Y ahí viene otra de las obsesiones de Lem: la imposibilidad de la comunicación entre los seres humanos a los cuales les ofrece individuos, lugares u objetos para intentar facilitar el entendimiento entre ellos, el Universo, lo extraterreste o el futuro.

Ahí están el matemático que trata de descifrar el mensaje de La Voz del amo o los futurólogos y periodistas del Congreso de futurología en un mundo donde los fármacos “dan la felicidad”; Ciberíada en la que Trurl y Clapaucio robots que viajan por el Universo en un tiempo en que “el Cosmos no estaba tan desajustado como hoy en día y todas las estrellas guardaban buen orden“.

Este hacedor de mundos, basado en su entendimiento adelantado de la ciencia de su época, no sólo exploró el infinito también la tierra a través de la novela policiaca, con guiños a los zombies en textos como La investigación o Memorias encontradas en una bañera.

Algunos fijan su nacimiento el 12 de septiembre de 1921 en Leópolis -hoy Ucrania-, otros sólo en septiembre, el mismo autor dejó demasiados vacíos en su biografía que incitan a la especulación. Lo concreto es que el gobierno de Polonia declaró 2021 el año de Stanisław Lem.

Algo más: mi libro favorito de ese mecanismo llamado Stanisław Lem son los Diarios y Memorias de las Estrellas, protagonizadas por uno de sus personajes más entrañables, Ijon Tychi, el astronauta que publicó una carta en la que gritaba “¡Salvemos el cosmos!” debido a los daños que provoca (rá) en un futuro el turismo espacial que llegará a extremos como escribir en un asteroide “te amé como un loquito, en este meteorito“.

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Y un cuento: el relato del séptimo viaje de Ijon Tychi, en el cual, al entrar en agujeros de gusano se encuentra con varias versiones de sí mismo que llegan al punto de organizar un congreso para decidir la forma de reparar el timón de su nave.

Atte. Luis Funes

Ayudante de investigación de los Institutos Reunidos De Tichología, Tichografía y Tichonómica Descriptiva, Comparativa y Prognóstica.

LV