Lloverán los tópicos que anteceden a cada Clásico: que en estos partidos no importa la posición en la tabla, que todo puede suceder, que ese día se juega al margen del presente, que si se gana se olvida tan rápido el mal momento…

Lloverán y diferiré de cada uno de ellos. Por supuesto, si en el común de los partidos de cualquier deporte puede suceder todo, no es raro que sea más posible tratándose de un encuentro que supone semejante carga de emociones y pasiones. Sin embargo, el trabajo de una institución no es depender de que los astros se unan o de que los muchachos jueguen inspirados sólo ante el rival que más les prende, sino maximizar las probabilidades de que se ganará y minimizar las perspectivas de que se perderá.

Por ponerlo en términos simples, es mucho más factible ganar al acérrimo rival y trascender en un certamen –justo lo que se espera de un club que se hace llamar grande– teniendo un camino definido. Y hoy el Club Deportivo Guadalajara, a diferencia del América, lo busca… mas no lo tiene.

Resulta triste que el principal argumento para derrotar al acérrimo rival sea el tópico, “en un Clásico puede pasar todo” o “equipo que estrena entrenador gana”. Para que el Rebaño aspire a engrosar sus vitrinas tiene que disponer de los mejores mexicanos que no militan en Europa, lo que intentó a fines de 2019 con contrataciones millonarias. Y, un tanto por mal tino en la elección, otro tanto por profunda decepción de quienes fueron adquiridos, eso no sucede hoy. ¿Cuántos jugadores rojiblancos actuales serían titulares en América, Monterrey, León, Tigres o Cruz Azul, por tomar como referencia a los cinco principales candidatos de los últimos torneos? La respuesta difícilmente pasará de uno o acaso dos.

Por otro lado, no podemos comportarnos como si el Campeonísimo hubiese sucedido en la década pasada. La realidad es que esa etapa de trofeos encimándose sobre trofeos queda ya bastante lejos. En el último medio siglo el Guadalajara promedia apenas una liga por década: 1970, 1987, 1997, 2006, 2017. No obstante, por mucho que eso se admita, mal haría la afición en habituarse a ver al Chiverío sufriendo para apenas calificar en una competición que da entrada a la fase final a 12 de 18 contendientes.

Asumido que hoy los mayores cracks mexicanos juegan sus mejores años en Europa y que a su regreso a la Liga Mx no se ha logrado competir en sueldo por contratarlos, el Rebaño sólo tiene dos opciones: la primera, desarrollar las mejores fuerzas básicas del país, capaces de nutrir de talento al primer equipo; la segunda, detectar a lo mejor de los mexicanos en otros clubes y ficharlos mientras sea posible.

Precisamente lo que se intentó. Proyecto que ya dio de bruces con dos de los entrenadores más reputados de nuestro futbol.

                                                                                                                                  Twitter/albertolati

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