En abril de 2017, según una encuesta de El Financiero, la entonces aspirante a precandidata
presidencial, Margarita Zavala, superaba en intención de voto—32% vs. 29%—a López
Obrador (https://bit.ly/39gnaMA), de cara al 2018. Gabinete de Comunicación Estratégica,
mejor conocida como GCE, informó en junio de 2017 que, según sus datos, Zavala obtenía el
32% de la intención de voto y López Obrador, el 27.5% (https://bit.ly/3ClrKFV). En agosto
de 2017, menos de un año antes de los comicios, De la Heras-Demotecnia publicó que existía
un empate técnico—26%—entre ambos políticos (https://bit.ly/3zjZ5Pu).

Sin embargo, después de la renuncia de Zavala al PAN en octubre de 2017, sus números
cayeron estrepitosamente tras haber alcanzado un nada despreciable “techo” de cerca del 25-
30% de las preferencias. Al parecer, el votante anti-MORENA consideraba que Zavala solo
era competitiva si se presentaba como candidata de Acción Nacional. Por ende, tras su salida,
buena parte de su apoyo desapareció. El desenlace es conocido por todos: se lanzó como
independiente y tuvo que abortar su campaña en mayo de 2018, por falta de apoyo popular.

Si bien Zavala hizo historia como la primera candidata presidencial mexicana por la vía
independiente, su caso también tiene una moraleja para el presente, particularmente en torno a Claudia Sheinbaum. Como es sabido, la actual jefa de Gobierno es la favorita para suceder al presidente, tanto por su relación con este, como por sus números en las encuestas—por ejemplo, según Reforma, el 26% de los mexicanos estaría dispuesto a votar en 2024 por
Sheinbaum, contra un 23% que dice preferir al canciller Marcelo Ebrard (https://bit.ly/3kjp9Gr)—. Pero un político mexicano nunca debe confiarse. Como ya
vimos, Zavala también, en algún momento, fue la puntera para la presidencia de la República.

También es cierto que los dos casos tienen varias diferencias entre sí. La primera y más clara es que es muy—pero muy—poco probable que Sheinbaum renuncie a MORENA, por el
motivo que sea, antes de la elección de 2024. Más bien, las preguntas centrales hoy son: ¿qué
tan “inflada” está Sheinbaum de cara a la elección? ¿Qué tanto puede crecer fuera del centro
del país? ¿Cómo le afectará el machismo oculto de una parte considerable del electorado?

Desde hoy y hasta inicios de 2024, Sheinbaum tiene que evitar el efecto “Margarita”—es
decir, alcanzar un “techo” relevante en términos de preferencias, para después desinflarse—.

Y es que su situación es más complicada de lo que parece. Por un lado, según El Financiero
(https://bit.ly/3tQrQCp), los mexicanos de ingresos medios y medios-altos tiene una mejor
imagen de ella, que aquellos con ingresos medios-bajos y bajos—62% vs. 46%—.

Por el otro, como la oposición ya sabe que Sheinbaum es la rival a vencer, ya sabe a dónde dirigir sus misiles. Dos años y medio de estar esquivándolos puede hacer tropezar a cualquiera.

@AlonsoTamez

LEG