La idea de cambiar a Colón por Tlalli porque lo digo yo, luego echada patrás, nos trajo a todos a la mente la certeza de que tal vez seamos uno de los cinco países con más estatuas feas, y eso porque, la verdad, en el socialismo realmente existente, que incluía a naciones muy, muy grandes, se dieron vuelo con ese asunto. Hace un par de años, escribí para un libro que publiqué junto a Alejandro Rosas, el segundo volumen de México Bizarro, un recuento de los monumentos más atroces de la geografía patria. No es un texto corto de ejemplos, pero, así y todo, me faltaron varios centavos para el peso. Porque sí, están la Cabeza de Juárez, que hace ver al Benemérito como una drag queen con el cerebro congelado en un mal viaje de ayahuasca, y el gigantesco rayador de queso que rinde tributo al prócer de nuestra democracia, o sea a Madero, y por supuesto el homenaje al helado en Michoacán y el ya desaparecido al ovni, pero me faltaron, por ejemplo, la estatua del Morelos con obesidad mórbida en Janitzio, que visto el resultado es un antecedente de la 4T, por aquello de que no hace falta ser escultor para hacer escultura, o aquella cabeza de Quetzalcóatl que hace ver a esa deidad indefensa como un invasor reptiliano, y por lo tanto también como un antecedente, en este caso de la malograda Tlalli.

         Pero, si me lo permiten, es disculpable que me haya quedado corto. Y es que, desde siempre, cada “autoridad de los tres niveles de Gobierno”, como dicen los medios, considera que debe o a) inmortalizarse en piedra o bronce (recuerden la estatua a Hank), o b) propiciar que se inmortalice su cuñado con ese talentazo para la escultura o c) gastarse una lanota en el artista de moda para dejar una pieza que refleje su paso señero por la administración pública. Es así como las ciudades se han llenado que de ooootro tributo al surrealismo a la mexicana, que del mazacote sincrético Gigante de Tula-columna dórica-sala tipo provenzal de Coapa, que de la pieza multicolor “a mi cuñado le encanta el muralismo”.

         O sea, es así como el paisaje urbano del país se ha transformado a golpes de aquí mando yo. Que es lo que pasa con la estatuiza de mamuts en Santa Lucía, que fue lo que hizo el Gobierno de la Ciudad de México con Tlalli y que es lo que hará con la idea de “descolonizar Reforma”, una iniciativa que puede llevarnos por fin a crear la desde ya muy necesaria Subsecretaría de Demoliciones.

A propósito, para ese cargo público sí me apuntaba. Impulsen al doctor Patán para una ciudad más despejada.

 

@juliopatan09