Fue secretario particular del Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de 1989 a 1992, también del Secretario de Desarrollo Social entre 1992 y 1993 y del candidato del tricolor a la Presidencia de la República de 1993 a 1994.

Alfonso Durazo Montaño fue uno de los tres hombres más cercanos a Luis Donaldo Colosio Murrieta, asesinado un 23 de marzo en Lomas Taurinas, Tijuana, Baja California.

El nacido en Bavispe nunca se tragó, como millones de mexicanos, la versión oficial que señala a un asesino solitario, de nombre Mario Aburto. El ingeniero civil y abogado sabe, como las mayorías expresan, que la bala salió desde las altas esferas del poder. Nadie nos quita la idea que la orden salió de Los Pinos.

Hoy se sabe, que el doctor en políticas públicas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey participó con ideas en aquel histórico discurso, del 6 de marzo de 1994, considerado como el “rompimiento” con el entonces primer mandatario, Carlos Salinas de Gortari.

En aquel texto, el aspirante presidencial, veía un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, dignidad y progreso; un país con hambre y sed de justicia.

Y se sentía avergonzado de advertir que no fueron sensibles a los grandes reclamos de nuestras comunidades, y que no estuvieron al lado de ellas en sus aspiraciones, que no estuvieron a la altura del compromiso histórico.

Durazo conoció literalmente desde que nació al hijo de su jefe y amigo: Luis Donaldo Colosio Riojas, quien quedó huérfano de padre (por el cobarde crimen) a los 8 años. Y huérfano de madre, meses después.

Hoy Colosio está casado con María de la Luz García Luna y tienen dos hijos: Luis Donaldo III y María Emilia. Fue diputado local (por Nuevo León) y en unos días rendirá protesta de ley, para convertirse en Presidente Municipal de Monterrey, después de arrasar en las pasadas elecciones.

Luis Donaldo Colosio Riojas no fue un invitado especial más en la toma de posesión del amigo de su padre, como Gobernador Constitucional del Estado de Sonora, sencillamente fue el gran testigo de honor.

Su presencia se resume como una larguísima lucha, una serie de ideas que nunca se convirtieron en políticas públicas, y una nueva manera de gobernar.

El próximo primer edil refirió que Alfonso Durazo es una persona con una gran calidad humana, y aseguró que eso hace mucha falta en el servicio público. “Es una persona muy preparada y tiene el corazón necesario para que a los sonorenses les vaya muy bien.”

Durazo también viene de la cultura del esfuerzo y no del privilegio. Como sus abuelos y padres, es un hombre de trabajo. Como su extinto jefe, es un hombre de palabra, que la tiene empeñada a los sonorenses.

Prometió un cambio con rumbo y con responsabilidad para todo el norteño estado. Es la hora de demostrarlo. Y si así no lo hiciere, que el pueblo y la memoria de Colosio se lo demanden.

 

*Periodista, editor y radiodifusor

@GustavoRenteria

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