maría hanneman
Foto: Especial En diciembre pasado, el tenor invitó a la joven a acompañarlo al piano para grabar un video con la Blanca Navidad de Irving Berlin  

Muy activa en redes sociales como toda su generación, Maria Hanneman (2006) conoció a Javier Camarena a través de ellas. En diciembre pasado, el tenor invitó a la joven a acompañarlo al piano para grabar un video con la Blanca Navidad de Irving Berlin. Y ahora participará con él en recitales en Mérida, Cuernavaca… y Ciudad de México, donde cumplirá por fin su sueño de tocar en Bellas Artes.

“Fue una Navidad increíble, nunca esperé que Camarena me pudiera hacer esa propuesta, y cuando me la dijo me dieron muchas ganas de llorar de la emoción; en la grabación del video, pensaba: ‘No puedo creer que esto esté pasando’. Quedó muy bonito. Y fue un privilegio tocar con él”, cuenta Hanneman.

Camarena, que hizo historia en 2013 con su papel del príncipe Don Ramiro en La Cenerentola, de Gioacchino Rossini, en la Metropolitan Opera House de Nueva York, al bisar “Si, ritrovarla io giuro”, ahora convertirá en cuento de hadas, casi, casi de Cenicienta, el festejo de Hanneman por sus XV años.

La pianista dice en entrevista que las redes sociales la verdad sí le gustan y le han resultado importantes“para ver qué onda” en el contexto de la pandemia por Covid-19 que obligó al encierro; así puede tener contacto “con gente famosa, que quizá quiera trabajar conmigo”.

Eso pasó con el tenor.

“Así conocí al maestro Javier Camarena, por redes sociales. Yo lo seguía desde hacía mucho tiempo, soy su admiradora. Y cuando gané el concurso de Salzburgo, él me escribió y me empezó a seguir, a ver lo que yo hacía. Y en Navidad me propuso hacer Blanca Navidad. Y empezamos a hablar sobre Blanca Navidad y fue así que me invitó primero al recital en Bellas Artes y, después, él y su pianista Ángel Rodríguez me propusieron también participar en los de Mérida y Cuernavaca”, narra la artista.

En los recitales de Mérida, el próximo miércoles 15 de septiembre, y de Cuernavaca, el 24, Hanneman interpretará la Gavota para piano, de Manuel M. Ponce, y el Grande Valse Brillante en mi bemol mayor, opus 18, de Frédérick Chopin. Y en el cierre de la gira de Camarena, Tiempo de Cantar, en el Palacio de Bellas Artes, la quinceañera debutará ahí acompañando al piano al tenor lírico con la canción Lo spazzacamino de Giuseppe Verdi.

Este último está previsto que se transmita por streaming en vivo para todo el país.

Justo en aquel 2013 en que Camarena bisaba en Nueva York con la historia de Cenicienta, Hanneman asistía a los siete años a su primer recital en Bellas Artes, debuta una joven pianista, sólo cuatro años mayor que ella, Daniela Liebman, que ese día se convirtió en su ejemplo a seguir, su consejera y amiga.

–¿Por qué es para usted un sueño tocar en Bellas Artes, si ha ganado tantos premios en el mundo?

–Porque es la sala más importante del país. Cuando mis papás me llevaron desde chiquita a ver conciertos ahí, vi qué hermosa era la sala principal y me dije: ‘Quiero tocar ahí’. Cuando fui a mi primer concierto de piano, era el debut de Daniela Liebman. Yo tenía como seis años, y fue muy emocionante verla porque ella también era muy chiquita y se veía que también estaba muy emocionada de tocar ahí. Y me dije: ‘Definitivamente, quiero tocar allí”. Y siempre he soñado con eso y he trabajado muchísimo para llegar hasta allá. Y pues ya por fin se me está cumpliendo.

–¿Qué representó para usted ver a alguien tan joven tocar el piano en Bellas Artes?

Daniela Liebman es para mí un modelo a seguir, desde ese concierto se convirtió en una de mis ídolas, la admiro muchísimo. Me ha dado consejos de disciplina, de concentración, así como para salir al escenario y no pensar en el público, consejos de técnica, ella es un ejemplo a seguir. Somos muy amigas, nos conocimos en ese concierto, luego nos encontramos en un festival, nos intercambiamos mails, primero, y luego vino a mi casa, ahí fue cuando empezamos a hablar mucho más.

Asidua al Palacio de Bellas como público, ahí escuchó y vio en dos ocasiones a otra de sus “ídolas”, Yuja Wang, primero en un concierto el 6 de octubre de 2017 con la Sinfónica Nacional bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto, en el que la bellísima pianista china al final interpretó el Danzón número 2 del mexicano Arturo Márquez –obra que le encanta a Hanneman–, y después, en noviembre de 2019, en el que fue solista con la Filarmónica de Los Ángeles, bajo la batuta de Gustavo Dudamel.

“Fue impactante, increíble e inolvidable”, recuerda Hanneman, siempre con sonrisas en sus respuestas, sobre el recital de Wang en Bellas Artes en donde le gustaría tocar con orquesta los conciertos 2 y 3 de Sérguei Rachmaninoff y, en recitales, obras de Bach, Bártok, Beethoven, Mozart o Mendelsshon.

Disfruta ver “tele” con sus papás, pintar, jugar con sus perros Juanito y Chloé, un chihuahueño que le da risa porque creció más de la cuenta. No le gusta el deporte, pero lo practica tres veces por semana.

Su libro favorito es Diario de Anna Frank. Gusta de la literatura relativa a la Segunda Guerra Mundial y justo está por empezar La bailarina de Auschwitz (Planeta, 2018), la autobiografía de la psicóloga Edith Eger, sobreviviente del Holocausto a quien los nazis arrebataron su sueño de convertirse en bailarina profesional y que tuvo no obstante que bailar para el asesino de su madre, Joseph Mengele.

Atravesar por la pandemia trajo algunos beneficios para la artista, como tener más tiempo para estudiar sin salir de casa, sin sufrir el tráfico, dedicarse a lo que más le gusta. Sin embargo, confiesa que ya está harta, ya quiere –como todos– que acabe. “Veo la pandemia como algo bueno, pero por otro lado ya me hartó, extraño el Conservatorio, mis amigas, salir sin cubrebocas, respirar aire fresco, ir a conciertos”.

Durante la pandemia, de hecho, sólo pudo salir una vez al cine, otra de sus aficiones, porque su familia se cuidó mucho: Free Guy, comedia con Ryan Reynolds. “La verdad, estuvo chistosa”, dice entre risas.

–Usted ríe todo el tiempo. ¿Qué es para usted la felicidad?

–La música y estar sana.

LEG