Francisco Diez Marina Palacios

A 200 años de distancia de la entrada triunfal del ejército comandado por Iturbide a la capital del país, suceso histórico que marcó la consumación de nuestra independencia, estamos parados frente a una coyuntura nacional profundamente compleja y tortuosa, llena de desafíos pendientes pero con pocas alternativas y respuestas a futuro.

Sin duda, la pandemia de Covid-19 arrastró consigo una cadena de problemáticas que han entorpecido nuestro avance a lo largo de un año y medio. De cara a la adversidad, es preciso colocar el interés colectivo por encima de las conveniencias personales, de la misma forma que trazar una serie de definiciones que sirvan como base para la construcción de un México próspero, a la altura de los retos que supone el siglo XXI —por ejemplo, la crisis climática y el combate a la pobreza extrema—.

Nuestros héroes patrios hoy se ven reflejados en millones de niños que arriesgan su salud asistiendo a las escuelas, con tal de adquirir las herramientas y el aprendizaje necesarios para salir adelante. También, el personal médico y la gente que se esfuerza día a día los encarnan, ya que afrontan la muerte de manera valiente.

Nos encontramos sumidos en un momento álgido. Nuestras diferencias pesan más que aquello que nos une e identifica como miembros de la comunidad. Esto ha alimentado una oleada de discursos incendiarios cuyo objetivo último es polarizar y dividir. De este modo, se ha sembrado odio, resentimiento y violencia en el corazón social, ello ha engendrado males como el clasismo, machismo y racismo; al tiempo que se han obstruido los canales de entendimiento y creado fronteras artificiales que nos distancian.

Por otro lado, el tablero político ha experimentado múltiples ajustes. Los partidos políticos tradicionales se han visto obligados a emprender un proceso de recomposición interna, proveniente de la demanda ciudadana. Es decir, se les ha presentado la oportunidad de renovarse. Sin embargo, éstos están un tanto desorientados; hacen falta más propuestas y perfiles serios. Algo debe quedarnos en claro: la oposición somos todos, no sólo los partidos políticos.

Los distintos engranajes de la sociedad —Gobierno, empresas, universidades, medios de comunicación—, son parte fundamental de la solución. Por este motivo, es urgente que realicen un llamado abierto a la concordia y solidaridad nacionales. El viento sopla con singular fuerza, no podemos remar en direcciones contrarias; de ser así, daremos vueltas sin horizonte.

Por ahora, nuestro país está varado en un laberinto de incertidumbre. En las próximas décadas, la tarea consistirá en descifrar eventuales salidas. México no necesita redentores, tampoco debe recargarse exclusivamente en los hombros de un solo hombre. Lo que requiere es una idea de nación bien estructurada, que persiga causas nobles y busque movilizar conciencias. El involucramiento y la participación de la gente será crucial en este trayecto.

Dejemos de evadir nuestra realidad y de taparnos los oídos. Es hora de gritar con ímpetu nuestras definiciones: libertad, respeto, justicia, seguridad, paz… De darles voz a quienes no la tienen y apagar el silencio.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina