Muchas interpretaciones tendrá el regalo de la embajada de México en España que le hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador al próximo exgobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel.

De entrada, los principales sorprendidos fueron los militantes de Morena; después el personal de carrera diplomática de la Secretaría de Relaciones Exteriores que creían que ya se había acabado la época de utilizar embajadas y consulados como premios o castigos.

Quirino Ordaz no ha sido, no fue, el mejor gobernador de Sinaloa.

Su Gobierno fue anodino; tampoco fue un estratega político brillante.

Los cargos políticos que ostentó le cayeron casi de casualidad: primero diputado federal plurinominal por un acuerdo entre el PRI y el Verde Ecologista y después candidato a gobernador gracias a Peña Nieto, con quien jugaba golf y convivía casi como compadre.

Como legislador fue aún más gris que como gobernador, pero tuvo un acierto fundamental: no se peleó con López Obrador, como sí lo hicieron, por ejemplo, los gobernadores panistas, el gobernador perredista y el del Movimiento Ciudadano.

No hizo grupo, como tampoco lo hizo el gobernador de Nayarit, Antonio Echevarría, que también será invitado a formar parte del Gobierno de “a cambio’’, perdón, del cambio.

Las invitaciones del Presidente a los gobernadores salientes para seguir dentro del presupuesto serán restringidas.

En breve podría anunciarse la incorporación al servicio exterior del dizque panista Javier Corral, pero está en duda si la magnanimidad presidencial alcanzará, por ejemplo, para invitar al Gobierno federal a Claudia Pavlovich, reconocida por el propio mandatario como una buena gobernadora.

La apuesta con Pavlovich es que no le alcanzará, a pesar de que la priista se disciplinó y no confrontó a López Obrador.

En su contra juega el hecho de que la próxima exgobernadora forma parte del grupo encabezado por Manlio Fabio Beltrones.

Invitarla podría ser interpretado como un guiño del tabasqueño al sonorense, que ha manejado un perfil muy bajo en estos años.

¿Invitará también al exgobernador de Zacatecas, Alejandro Tello, pese al cochinero financiero y de inseguridad que dejó en el estado? ¿Y al queretano Francisco Domínguez Servién, que dejará al estado con cero deudas y una importante obra pública?

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Si el premio a los que se disciplinaron será la incorporación al Gobierno federal, ¿cuál será el castigo para los que desafiaron al presidente López Obrador?

Porque en este escenario, sería imposible que, por ejemplo, Silvano Aureoles tuviera siquiera la esperanza de ser incorporado al servicio exterior, luego de haber acusado que Morena realizó una narco-elección en Michoacán.

En el mismo caso estará Jaime Rodríguez, “El Bronco’’ y, llegado el momento, el jalisciense Enrique Alfaro, ambos de los más críticos de la administración federal.

Ya se verá.

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Después del diagnóstico que hizo el nuevo gobernador de Zacatecas, David Monreal, sobre la salud económica y social del estado, muchos se preguntarán si la entidad tiene remedio.

Monreal declaró que recibe un estado quebrado, sin dinero para lo mínimo, en medio de la peor crisis de inseguridad que lo coloca como el más violento del país.

En fin, un desastre que le augura un inicio de administración más que turbulenta.

A ver si la Federación entra al rescate, como ya lo hizo en Michoacán y Colima; de otra manera la bomba de tiempo que heredó le explotará en las manos en pocas semanas.

LEG