Silvia Soriano Hernández

 

Las efemérides son una buena razón para traer al debate público ciertos temas que por lo regular son resaltados por pocas personas, como suele suceder, por aquellas directamente involucradas o aquellas a las que no solo las fechas les despiertan recuerdos. Hablemos entonces de lo que se conmemora el 30 de agosto.

Unos días antes de ese día, en la Ciudad de México se inauguró una muestra fotográfica en el Centro Cultural Los Pinos cuyo nombre refleja una realidad lacerante y permanente en todo el continente latinoamericano: “Esos rostros que ves. Mujeres que buscan”. No deja de ser simbólico que se exponga precisamente en un lugar que fuera habitación de presidentes de la nación mexicana, que hicieron de la desaparición forzada de personas una práctica que resulta difícil de calificar. La exposición honra a esas mujeres que buscan a los suyos y a los otros, que se volvieron propios.

Durante décadas, en América Latina hemos visto los rostros de jóvenes de ambos sexos portados por sus familiares como muestra evidente de una deuda social que, con el paso de los años no se borra y por tanto no se olvida; el 30 de agosto, Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas cumple ya diez años de que fue abiertamente enunciado a nivel mundial. Diez años, cuando en la práctica cuenta con muchos más decenios esa denuncia de los familiares que sobreviven en ese calvario. Colectivos con nombres diversos que enfatizan la búsqueda como su razón de ser, evidenciando esa dualidad entre el delito y la impunidad que aparece con total nitidez en la incertidumbre que caracteriza a la desaparición forzada de personas.

En México se habla de más de 90 mil; en Argentina de más de 30 mil; en Guatemala de más de 40 mil. Muchos rostros en fotografías con la leyenda: ¿dónde están?

Conviene mencionar que mientras en la mayoría de los países de la región las desapariciones se vinculan con cierto periodo histórico, en México los registros son de larga data, desde la década de los setenta hasta hoy día. Marlene Herbig, responsable del Programa de Desaparecidos del Comité Internacional de la Cruz Roja, comentó en torno al 30 de agosto que las repercusiones en las familias que sufren la desaparición forzada son múltiples, en la medida que las afectaciones son económicas, jurídicas, sociales y psicológicas.

El estigma social que vencen al portar los retratos, al marchar por las calles, al salir con palas y picos en acciones diversas, buscando y exigiendo. Daniel Viglietti lo dijo con total precisión en Otra voz canta: “Dicen que no están muertos, escúchalos, escúchalos, mientras se alza la voz que los recuerda y canta (…) no son solo memoria, son vida abierta (…) cantan conmigo, conmigo cantan”. “Están en algún sitio”, dijo Mario Benedetti, y lo repiten esos familiares que porfían por saber cuál es ese sitio.

 

@silviasoriano5