Francisco Diez Marina Palacios

En una democracia es saludable que los partidos políticos tracen lazos de entendimiento con otros actores relevantes —gobiernos, empresas, organizaciones, universidades— sean afines o no. De eso se trata la libertad de reunión, asociación y expresión, particularmente en un recinto legislativo.

A mi juicio, la diplomacia parlamentaria debe centrarse en la edificación de puentes de diálogo respetuoso con los diversos agentes de la sociedad; no obstante, es importante saber cuándo y en qué términos hacerlo. 

Ésta debe posicionarse como un elemento que proponga, defina y encuentre puntos de acuerdo. También debe actuar a modo de canal de cooperación.

Tras la reunión que sostuvieron un grupo de legisladores panistas con Santiago Abascal, líder de VOX, en la cual firmaron una carta para “detener el avance del comunismo”, la comentocracia no se hizo esperar —voces del blanquiazul y del resto de los bandos—.

VOX es un partido político español tradicionalista que nació en 2013, fundado en las bases del sistema binario y fragmentado de la clase política española. Desde entonces ha ido ocupando espacios; en diciembre de 2018 obtuvo representación parlamentaria por primera ocasión, y después de las elecciones de abril de 2019 pasó a ser la tercera fuerza política del Congreso de los Diputados. 

Cabe señalar que VOX busca relacionarse con otros a través de acercamientos; ello forma parte de una estrategia geopolítica e ideológica. En abril de 2020, registró su marca y logotipo ante el IMPI en las clases 35 y 45, a fin de ofrecer servicios de consultoría y comunicación política.

Su plataforma en España se apega a valores concretos que se resumen en: familia, vida y propiedad privada. Además, su programa político-ideológico gira en torno a ejes temáticos relativos a la migración, el aborto, el feminismo y las autonomías.

Es una reacción al desgaste de Podemos, el Partido Popular y el PSOE —cada partido con sus extremos y escándalos—. Por lo visto no es un asunto exclusivo de España; en Italia se ven reflejadas las mismas ideas de VOX en el partido político denominado Fratelli d’Italia. Estos fenómenos de disidencia surgen por el abandono del diálogo en la renovación de agendas.

El encuentro de los senadores con Abascal debe interpretarse como un ejercicio de interlocución política, mas no de adoctrinamiento. Ahora bien, en mi opinión, fue un mal cálculo político. No es buen momento para llevar a cabo este tipo de eventos, dado que las coaliciones legislativas posteriormente serán electorales.

Todos los partidos políticos deberían medir la forma de proyectar puentes de entendimiento sin olvidar sus principios y compromisos, pero sí verlos desde una perspectiva ampliada, mesurada y fiel a la realidad mexicana, sin generar síntomas de alerta que inciten al encono y la división —como se vivió en el adoctrinamiento de la Guerra Fría—.

Sin duda, en esta legislatura se deberá propiciar un ambiente de prudencia y moderación frente a los discursos de polarización. Al igual que la expresión “París bien vale una misa”, un diálogo nutrido bien vale mantenerlo.

En los parlamentos no se puede descartar ninguna postura, pero tampoco sobreestimar. Una de las ventajas de la diplomacia parlamentaria radica en aprender de lo distinto, encuadrarlo en lo común y analizar su viabilidad de implementación. Esa es la naturaleza de un parlamento: la expresión política de planteamientos y consensos. Los partidos políticos deben tender puentes en el mundo.

La diplomacia parlamentaria implica estrechar vínculos, generar experiencias de diálogo, conocer las mejores prácticas y abrazar coincidencias. No supone polarizar ni hacer turismo parlamentario.

Al final del día, escuchar los diferentes puntos de vista y construir agendas es el camino a recorrer.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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