Uno de los temas más hablados esta semana es el regreso a clases. A diferencia de lo sucedido en la nueva década, este conlleva un retorno a las aulas de millones de mexicanos. Mas también preocupa, porque el Covid-19 sigue presente en nuestras vidas. 

Sin embargo, la llegada (y esperemos pronta retirada) de esta ola ha puesto en tela de juicio un recurso de esperanza: las vacunas. Con más de 40% de la población mexicana por lo menos con una dosis de protección, así como un ciclo completo de vacunación para los sectores más vulnerables, se esperaba un panorama optimista pese a la situación.

Efectivamente no estamos a inicios del año. Mucho menos en los inicios de la pandemia. 

Los negocios no están cerrados, aunque sí con las medidas de higiene a la orden del día. De hecho, hasta se implementó un nuevo sistema de semáforos que incluso genera más confusión, porque el naranja, por ejemplo, ahora tiene otro significado.

Entonces, la vacuna no fue el salvador que creíamos capaz de evaporar al bicho, mas demuestra ser efectiva para evitar enfermedad grave o muerte. 

No por eso, sin embargo, podemos bajar la guardia al 100%. Es esencial tener precaución por el surgimiento de nuevas variantes, o por la ya de por sí contagiosa Delta. Pero el mundo está poniendo un freno al miedo, viendo formas de cómo adaptar sus costumbres para generar capital, aún con la permanencia del virus.

Las parálisis parecen ser cosas del pasado. 

Gran evidencia de desafío a este pavor es el regreso a las aulas. Este experimento social será la gran prueba para determinar si podemos seguir adelante con actividades cotidianas como las de ahora sin consecuencias colosales. Sin embargo, ¿a qué costo?

Por supuesto, habrá un sinfín de casos, mas mientras no acaben en hospitalizaciones, no hay mucha señal de preocupación. Sabremos qué consecuencias surgen en las próximas semanas.

Antes existía la esperanza de regresar a un momento como si nada hubiera pasado. Como si la pandemia fuera simplemente un retiro de meditación que tomamos todxs para recordarnos lo importante. Sin embargo, ya todxs quisimos volver, porque esta técnica fue demasiado.

Entonces, si el Covid-19 no piensa irse pronto, no nos queda de otra más que convivir con sus reglas y seguir adelante con nuestros planes. Solo hacernos a la idea de que las experiencias, o el camino para llegar a donde queremos, será diferente.

Si de plano el retorno al salón resulta en un fracaso gigantesco, y nos regresa al fin del mundo más aburrido posible, así fue, lección aprendida. Mas si esto resulta “normal” para estas épocas, entonces será una prueba clara de que podemos domar al león. 

Ojalá ese sea el caso.

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