Foto: AFP Fue hoy hace 31 años, cuando los Griffey, Ken padre e hijo, saltaron al diamante con los Mariners en un juego ante los Royals  

Pocas cosas pueden ser más significativas para un pelotero que jugar un partido oficial con su padre, o para el progenitor, coincidir con su hijo, depende del caso. En cualquiera de los dos, solo una ocasión se ha dado esa coincidencia generacional, y fue hoy hace 31 años, cuando los Griffey, Ken padre e hijo, saltaron al diamante con los Mariners en un juego ante los Royals.

La hermosa obra del destino desembocó de una mala noticia: Ken Griffey Sr. Fue cortado por los Reds, el equipo de su vida, pocos días antes. Jim Lefebvre, mánager de Seattle en aquel momento, fue quien propició el hecho histórico al incluir al veterano jugador de 40 años en el partido del 31 de agosto de 1990 ante Kansas City.

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Lefebvre auguró lo especial del momento y no dudó en expresarlo a los medios. “Aquí tenemos a un padre, un jugador veterano terminando su carrera, y al hijo, un joven talento y brillante tal como su padre cuando comenzó su carrera. Ambos saldrán juntos al campo. Este es un gran día para el beisbol, un gran día para los Mariners”, expresó Lefebvre al medio Los Angeles Times.

Para el juego ante los Royals, el mánager de Seattle puso en el orden al bate al Griffey Sr. en el segundo turno, respetando su estadía anterior en este mundo, mientras que el Jr., apareció en el tercer turno.

No solo estuvieron juntos en el orden al bate, también en los senderos. Bo Jackson, el peculiar atleta que incursionó tanto en la MLB como en la NFL, fue uno de los rivales que presenció el acontecimiento de primera mano, ya que Griffey padre capturó una pelota que iba para incrustarse en las gradas y ser home run.

“No esperaba que ese veterano me sacara. Me habría enojado si alguien más me hubiera echado, pero fue una parte de la historia”, indicó Jackson, a la vez que el Jr. Fue más breve pero contundente en su sensación. “Quería llorar”, comentó.

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El pelotero que fue parte importante en la década de los 70 en los Reds, conocidos como The Big Red Machine (La Gran Máquina Roja) aseguró que ese partido sin mayor trascendencia para el resto de la gente, fue el más especial para él al compartir el mismo campo junto a su hijo.

“Este es el pináculo para mí, algo de lo que estoy muy orgulloso. Puedes hablar sobre la carrera de bateo del 76, las dos Series Mundiales y los Juegos de Estrellas en los que jugué. Pero este es el número 1. Es lo mejor que me ha pasado en la vida”, expresó el mayor de la familia Griffey tras el partido.

Episodios entrañables vivieron más adelante los Griffey, pues estuvieron juntos 20 juegos más en aquella temporada y 30 más en 1991, pero ninguno como aquella noche del 31 de agosto de 1990, la noche que el diamante reunió por primera vez en la historia de las Grandes Ligas a padre e hijo en un mismo juego y con la misma franela, hecho que no se ha vuelto a ver, y menos con semejantes exponentes de la pelota.

 

EAM