Francisco Diez Marina Palacios
 

Francisco Diez Marina Palacios

Históricamente, Afganistán se ha encontrado en permanente tensión y conflicto; es un territorio en el que se han librado varias disputas, y donde predomina una sociedad tribal. En las últimas semanas, el temor y la desesperación han asfixiado a su población.

Se estima que hay alrededor de mil 800 millones de musulmanes en el mundo, los cuales se concentran en 45 países, principalmente en el norte y centro de África, Oriente Medio y el sudeste asiático.

Este conjunto de naciones comparten un ingrediente en común: prácticamente en ninguna han cuajado las democracias —salvo en Túnez, después de la Primavera Árabe y con muchísimos asegunes—. Por su parte, Turquía ha remado a contracorriente; en los últimos años, el Gobierno de Erdogan se ha radicalizado al encontrar cerrazón en Europa. Diferentes expertos apuntan que el Estado islámico y los sistemas democráticos son, en esencia, incompatibles. Así pues, la construcción de una democracia no es una tarea sencilla.

Habremos de observar cómo se organiza el Talibán desde las esferas del poder, ahora que ha tomado las calles de Kabul. Irremediablemente, se verá obligado a negociar a nivel político con la comunidad internacional. ¿O se verá rebasado por la denominada realpolitik?

Existe una perspectiva histórica —aunque no la comparto ni pretendo generalizar— sobre el fundamentalismo musulmán, que divide “fieles” e “infieles”. Lo anterior, desde un enfoque con valores occidentales y progresivos.

Desconocemos lo que hay detrás de cada una de las historias del pueblo afgano que permanecerá. Es oportuno mencionar que se ha puesto en tela de juicio la actitud de Occidente, ya que reprueba la ley islámica, pero al tratarse de otros países —como Arabia Saudita—, donde ésta tiene vigencia, se queda “cruzado de brazos”.

Estados Unidos y sus aliados no le han quitado la mirada a lo que acontece en Afganistán. Hace unos días, los aspirantes a suceder a la canciller Angela Merkel sostuvieron un primer debate, en el cual abordaron distintos temas de actualidad, particularmente, la crisis afgana. Y coincidieron en la necesidad de fortalecer su política en materia de defensa y seguridad nacional. 

El ejército alemán concluyó su proceso de evacuación en junio. Ayer, el Pentágono dio a conocer que despegó el último avión militar estadounidense del aeropuerto de Kabul, lo que marcó el fin de dos décadas de guerra.

Por el momento, el gran vendedor de esta historia es el Talibán o, visto desde otro ángulo, el propio islam. Como lo advirtió Samuel Huntington hace más de 20 años, el choque de las civilizaciones se dará en el plano de la defensa de los valores y las identidades culturales, mismos que irán configurando el nuevo orden mundial.

En este contexto, recordemos la frase atribuida a Abraham Lincoln: “No somos enemigos, sino amigos. No debemos ser enemigos. Si bien la pasión puede tensar nuestros lazos de afecto, jamás debe romperlos. Las místicas cuerdas del recuerdo resonarán cuando vuelvan a sentir el tacto del buen ángel que llevamos dentro.”


¿O será otra de las cosas que no hacemos?

 

Consultor y profesor universitario

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