Entiendo que desespera un poquitín. Que habla con otro ritmo, un ritmo de otra época, de tiempos más felices. Tiempos en que a los otros estados los llamábamos “provincia”, un lugar donde la gente se sentaba, humilde, a ver pasar la vida a la entrada de su casa, sin prisas, antes de que el neoliberalismo lo arruinara todo con esa voracidad, esa ansiedad por la riqueza que tanto lo acelera a uno. 

De todas maneras, me permito hacer un llamado: dejen hablar al Presidente, pero hablar hasta que acabe. Ejerciten la paciencia, compatriotas. Permitan que termine de manifestar sus puntos de vista y verán que puede ser mucho más aterrizado, veraz, consciente de lo que a veces queremos ver. Voy a atreverme a usar el término prohibido: incluso puede ser más empático. 

Va un ejemplo. Últimamente se han multiplicado, otra vez, las burlas porque el supremo dijo aquello de que extraer petróleo no tiene ciencia, que es más o menos cosa de meter un popote en el piso y ¡magia soberana! No sean así. Estoy seguro de que en realidad lo que quiso decir fue: “Sacar petróleo no tiene ciencia. Lo difícil es que no explote”. 

Otro caso asimismo elocuente, me parece, es el de los 18 millones de vacunas perdidas. Cuando hizo decir a Gatell que no, no estaban perdidas, y asintió complacientemente, las redes y los medios se pusieron en llamas, entre acusaciones de fake news y etc. De nuevo, créanme, era cosa de darle tiempo. Segurito nos hubiera podido explicar que no están perdidas. Que están esperando a que se descongelen para regalarlas en los Tianguis del Bienestar, junto con —digamos— los muñecos del Hombre Araña con tres ojos que sacaron de una bodega en la Morelos y unas aspirinas pirata que decomisó la Guardia Nacional junto con un cargamento de fentanilo. 

Pero, les decía, con paciencia podemos descubrir también a un hombre empático. Ya sé lo que van a argumentar. Que le da lo mismo que la gente muera en las explosiones de Pemex, porque es el precio a pagar por tener gasolinas, como le da igual que uno que otro niño, puberto o adolescente acabe muerto por Covid, porque ese es el precio a no pagar por las vacunas, como le da igual que los productos pirata impliquen un riesgo para el que los usa. Pero, de nuevo, hay que darle tiempo. 

Porque si le damos tiempo, sin duda, pero de veras sin duda, nos acaba recitando “Los caminos de la vida”, que es un temazo y, sobre todo, que, hoy por hoy, es la muestra de amor más significativa que le ofrece al Pueblo Bueno.


 

   @juliopatan09