La voz humana

La voz humana era el capricho de Pedro Almodóvar, lo confesó mucho antes de empezar a rodar el corto de apenas media hora y de su paso por el Festival Internacional de Cine de Venecia en septiembre de 2020, hace justo un año; de hecho lo ha venido preparando a lo largo de toda su vasta filmografía.

Desde La ley del deseo (1987) y Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) hasta su anterior éxito autobiográfico Amor y Gloria (2019) La voz humana ha estado presente en un eterno monólogo del director y productor manchego, disfrazado de diálogo con la naturaleza femenina de sus personajes.

Quizás para el drama de Jean Cocteau de 1930 no había encontrado quién encarnara a la protagonista “Ella”, ninguna de sus Chicas Almodóvar daba esa fuerza que ofrece la presencia andrógina y rebelde de Tilda Swinton, actriz de culto entre cineastas como Jim Jarmusch, Derek Jarman o Danny Boyle. Tal vez por eso el drama en francés decide traspasarlo al inglés, con el español apenas como ambientación.

El filme, producido por la compañía de Almodóvar El Deseo, se acaba de estrenar hace unos días en México en el circuito cultural que encabeza la Cineteca Nacional, quizás con la imposibilidad de hacerlo comercial, a pesar de las famas y prestigios del cineasta y su protagonista, por su duración.

Como en la obra de Cocteau, la anónima protagonista “Ella” espera con ansiedad una llamada en apariencia de una pareja, con la que atraviesa el rompimiento y abandona, acompañada por un border collie más inquieto que la naturaleza de su raza creada para el pastoreo, que extraña a su amo.

El perro es un elemento central también en la versión de La voz humana que se incluye junto con Il Miracolo en L’Amore, la película de Roberto Rossellini de 1948 (curiosamente estrenada en la Mostra de Venezia un año antes del nacimiento de Almodóvar, en 1949), con Ana Magnani y Federico Fellini.

El animal ladra para mostrar el abandono a una “Ella” estilizada y ataviada con los colores que Almodóvar ha impuesto a la fotografía de todas sus películas, en este caso también a cargo de José Luis Alcaine. Y Swinton lo usa de pretexto para confesar al interlocutor mudo al otro lado de la señal telefónica recibida ya no por un aparato tradicional de teléfono, sino por un celular, su propio estado.

La escena pasa de una ferretería a donde Ella salió a comprar herramientas a una suerte de set cinematográfico que da la idea de irrealidad igual que todos los colores marca de agua de Almodóvar, dentro de una nave industrial o gran bodega que atrapa ese microuniverso que son los seres humanos.

Ha dicho Almodóvar que para su corto cambió mucho el largo monólogo de Cocteau, que Francis Poulenc convirtió en una tragedia lírica vanguardista del siglo XX, estrenada en 1959 en la sala Favart de la Opéra Comique parisina, con la soprano Denise Duval, bajo la batuta de Georges Prêtre (en México, apenas ha habido una versión de ella en Bellas Artes en julio de 2016 con María Katzarava).

Desde la visión muy particular del mayor cineasta español desde Luis Buñuel, el cambio se da desde los créditos irreverentes de apertura, con fuentes disfrazadas de herramientas que se van uniendo para formar nombres, hasta el diálogo final entre “Ella” y el perro, que rompe con la tragedia y se vuelve liberación.

La voz humana del manchego sin duda es una joya para disfrutarse muchas veces, y es el preámbulo para su más reciente largometraje ya rodado y esperado con ansia, Mujeres paralelas (2021), protagonizado por su musa, amiga y alter ego Penélope Cruz, Aitana Sánchez-Gijón y Milena Smit.

Son tan recurrentes y fundamentales las mujeres en cine y vida de Almodóvar, que, al finalizar el monólogo vía celular y audífonos de “Ella/Swinton” en La voz humana, uno se pregunta si al otro lado de la línea no será el mismo Pedro Almodóvar el interlocutor anónimo de todas su protagonistas en una cinematografía de heroínas/anti heroínas que empezó en 1980 con Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón.