El pasado 1 de mayo comenzó formalmente la retirada de las últimas tropas estadounidenses de Afganistán, luego de 20 años de ocupación militar, con lo que regresó el control de las fuerzas armadas de los talibanes, generando incertidumbre y miedo entre las y los habitantes, que por miles abarrotan los aeropuertos con la intención de huir del país ante el temor de que el régimen extremista islámico se reinstaure y ponga en peligro los derechos humanos de la población, especialmente de las mujeres y de personas funcionarias del Gobierno del presidente Ashraf Ghani, quien salió ya del país, facilitando la toma de Kabul, la ciudad capital.

La desesperación por abandonar el territorio afgano de quienes temen una persecución política, de los cuerpos diplomáticos extranjeros y de la población en general ya ha derivado en situaciones que resultaron en lamentables pérdidas humanas. Además de los tiroteos narrados, existen pruebas, como los restos humanos encontrados en el fuselaje de un avión militar estadounidense que salió de Kabul hacia la Unión Americana, y varios videos que muestran a personas poniendo en riesgo su vida para abordar aviones en pleno despegue.

Ante esta reacción, las fuerzas de los talibanes han manifestado que respetarán los derechos de las mujeres dentro del marco de la ley islámica y que habrá amnistía para quienes colaboraron con la administración durante la ocupación de la armada de los Estados Unidos, lo que ha generado diversas reacciones, que oscilan entre el escepticismo y los votos de confianza.

Por su parte, la agencia de la ONU para personas refugiadas solicitó a las naciones de acogida no repatriar a las y los ciudadanos afganos en situación de vulnerabilidad, y pidieron al nuevo Gobierno de aquel país cumplir su palabra de respetar los derechos y las libertades de la población, especialmente atendiendo al hecho de que 80% de los nuevos desplazados son mujeres y niños.

México, por otro lado, ha comenzado el procesamiento de las primeras solicitudes de refugio, especialmente de las poblaciones más vulnerables, siguiendo su tradición diplomática, respetando los principios de no intervención y solución pacífica de las controversias, y sin pronunciarse todavía sobre el Gobierno talibán, que sigue reforzando su ocupación en territorio afgano.

El presidente estadounidense Joe Biden ha manifestado que se mantiene firme en la decisión de retirar sus tropas de aquel país, cumpliendo con el acuerdo que realizara el expresidente Donald Trump para la desocupación en mayo de este año, y no heredar el conflicto a un quinto mandatario, aunque admitió que la ocupación talibana ocurrió antes de lo esperado.

Como en otros países del mundo, Afganistán se encuentra bajo una crisis humanitaria derivada del uso de las armas, del terrorismo y de la guerra, además de sufrir los estragos de la pandemia y de la sequía, a lo que se suman la inestabilidad política y la incertidumbre, por lo que la comunidad internacional debe velar por el respeto de los derechos humanos, que bajo el principio de progresividad no pueden ir en retroceso, sino que deben ampliarse y adaptarse a todas las realidades. Una regresión a las condiciones que se vivieron en el último Gobierno talibán entre 1996 y 2001 sería inaceptable.

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