Héctor Zagal

Por: Héctor Zagal Arreguín

Profesor investigador de la Facultad de Filosofía

Universidad Panamericana, SNI- III

El 17 de agosto se celebra el Día Mundial del Peatón. La fecha recuerda el 17 de agosto de 1896, cuando Bridget Driscoll, de 44 años, murió tras ser arrollado por un vehículo motorizado en Londres. Desde 1897 se conmemora la muerte de Driscoll para generar consciencia sobre los riesgos a los que se enfrentan los peatones y para honrar la memoria de todos aquellos que han muerto atropellados.

Las grandes ciudades se distinguen por su velocidad y productividad. De alguna manera, el ritmo urbano consigue dilatar el tiempo para que en 24 horas uno pueda transportarse, trabajar, estudiar, tener al menos dos o tres comidas, ver a los amigos o charlar con colegas, ir al gimnasio, leer el periódico o escuchar las noticias, ir al banco, tener una junta por videollamada, pasar por gasolina o cargar la tarjeta del Metro o formarse para tomar el camión o esperar en la esquina por el taxi de aplicación móvil. Finalmente, uno llega a casa y descansa. Después de unas horas, todo vuelve a empezar.

Muchos consideran que la vida comenzó a acelerarse con la introducción del automóvil en la vida cotidiana. Los viajes en automóvil acortaban el tiempo de desplazamiento, por lo que se podía hacer más en menos tiempo. Las ciudades poco a poco comenzaron a transformarse en un sistema circulatorio para automóviles, camiones, taxis y alguna que otra bicicleta. Y entre más crecían las ciudades, más calles debían trazarse. Y como una ciudad no puede operar sólo con estrechos pasos, por muchos que sean, fue necesario crear vías rápidas, sin semáforos ni cruces peatonales que detuvieran la furia de los autos.

Los caminos se crean al ser cruzados. Paso a paso, entre la maleza se va formando un espacio donde no crecen las plantas y donde las piedras ceden en sus formas. Paso a paso, el camino va apareciendo. Pero esto no ocurre sólo con el paso de un caminante. Los caminos también se van formando con el paso de ruedas, caballos, automóviles. Ahora, cada paseante tiene sus necesidades; no se comparan las necesidades del pie a las de la llanta. ¿Esto significa que las necesidades de uno y otro no pueden convivir? Si bien las ciudades parecen ser devoradas por el asfalto, es cierto que en la Ciudad de México contamos con banquetas, parques y plazas públicas por las cuales transitar. Y si hay que enfrentarnos a los automóviles, contamos con pasos peatonales y puntos elevados y subterráneos. Sin embargo, estos puentes para peatones, ¿no privilegian el paso automovilístico? Esos puentes peatonales excluyen a las personas mayores, a quienes tienen alguna discapacidad, incluyo a las niñas y niños.

Planear una ciudad no es cualquier cosa. No sólo hay que pensar en calles y banquetas, carriles para bicicletas y transporte público subterráneo y elevado. Pequeños detalles como la sincronía entre semáforos y el tiempo que los automóviles estén detenidos para permitir el paso peatonal son cruciales. Uno de los cruces más interesantes es el paso peatonal de Shibuya es uno de los sitios más icónicos de Tokio. Seguramente lo han visto en fotografías, videos musicales y películas. En él se conjugan cinco pasos peatonales, lo que permite al peatón cruzar la calle en cualquier dirección, incluso en diagonal. Se calcula que hasta 3 mil personas pueden cruzar al mismo tiempo. Este cruce es posible gracias a que se detiene por completo el flujo automovilístico. El primer paso peatonal en diagonal de la Ciudad de México, instalado en 2019, se encuentra ubicado en el cruce de la avenida Pino Suárez y la calle Venustiano Carranza, en el Centro Histórico.

Una ciudad es, al final, un espacio humano. El trazo urbano debe pensarse para ser habitado y andado por personas primordialmente. La cuestión no debe ser qué beneficia el tránsito vehicular, sino qué mejoras pueden hacerse para el tránsito humano. Lo que debe privilegiarse es a la persona. Ésta puede elegir entre ir a pie, en automóvil particular, en transportar público o en bicicleta. ¿Por qué no buscar alternativas de movilidad que beneficien a todos los medios de transporte? Buenas calles sin baches, banquetas amplias, límites de velocidad, pasos peatonales anchos y con buen tiempo de cruce, carriles para bicicletas y, sobre todo, un transporte público eficiente y seguro.

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana