Los talibanes, a las puertas de Kabul tras ofensiva relámpago
Foto: AFP "Hay combatientes talibanes armados en nuestro barrio, pero no hay combates", declaró a la AFP un habitante de un suburbio del este de Kabul  

Los talibanes se acercaban este domingo a la toma completa del poder en Afganistán, al cabo de una campaña militar de una asombrosa rapidez que los ha llevado a las puertas de Kabul, la capital aislada y sitiada, donde los insurgentes han recibido la orden de no entrar.

“El Emirato Islámico ordena a todas sus fuerzas que permanezcan a las puertas de Kabul, que no intenten entrar en la ciudad”, tuiteó Zabihullah Mujahid, un portavoz de los talibanes.

Por su parte, el ministro del Interior, Abdul Sattar Mirzakwal, anunció una “transferencia pacífica del poder” y agregó que no se producirán ataques.

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Poco antes, habitantes de la capital habían señalado la presencia de talibanes en los suburbios de ciudad.

“Hay combatientes talibanes armados en nuestro barrio, pero no hay combates”, declaró a la AFP un habitante de un suburbio del este de Kabul.

Los insurgentes habían capturado la ciudad oriental de Jalalabad, horas después de tomar Mazar-i-Sharif, la cuarta mayor ciudad afgana.

Con la caída de Jalalabad y Mazar-i-Sharif, y ya a las puertas de Kabul, los insurgentes controlan casi todo el país, tras 10 días de conquistas aceleradas.

Solo un puñado de ciudades menores siguen bajo control del gobierno y no tienen gran valor estratégico.

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La debacle es total para las fuerzas de seguridad afganas, pese a ser financiadas durante 20 años con decenas de mmdd por EU.

Al Gobierno no le queda otra opción que elegir entre capitular y renunciar o continuar la lucha para salvar Kabul, con el riesgo de que se produzca de un baño de sangre.

“Sería casi imposible para (el presidente afgano Ashraf Ghani) reunir a las fuerzas de seguridad para defender Kabul. Cualquier perspectiva de enfrentamiento en la ciudad misma desencadenaría una gran catástrofe humanitaria”, indicó a la AFP Ibraheem Thurial Bahiss, un asesor de la organización no gubernamental Crisis Group (ICG), que cree que la presión debería aumentar sobre el jefe de Estado para que renuncie.

– Miedo y cólera –

Joe Biden ordenó el envío de 5 mil soldados para ayudar a asegurar la evacuación de emergencia de los empleados de la embajada y de miles de afganos que trabajan con las fuerzas norteamericanas.

El Pentágono evalúa en 30.000 el número de personas que deben ser evacuadas. Como la víspera, este domingo los helicópteros estadounidenses proseguían sus incesantes rotaciones entre el aeropuerto y la embajada de Estados Unidos en Kabul, un complejo gigantesco ubicado en la “zona verde” ultrafortificada del centro de la capital.

El Reino Unido anunció el despliegue de 600 militares para ayudar a los británicos a abandonar el territorio afgano. Otros países, como Holanda, Finlandia, Suecia, Italia y España, informaron el viernes de la reducción al mínimo de su presencia en el país, así como la repatriación de sus empleados afganos. Rusia, en cambio, mantendrán a su personal en el país.

Biden amenazó a los talibanes con una respuesta “rápida y fuerte” en caso de un supuesto ataque contra conciudadanos durante la evacuación.

Pero también defendió su decisión de acabar con 20 años de guerra, la más larga que ha conocido Estados Unidos, que se inició tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, como represalia contra los talibanes por rechazar la entrega del jefe de Al Qaeda, Osama Bin Laden.

“Un año o cinco años más de presencia militar estadounidense no habría marcado ninguna diferencia cuando el ejército afgano no puede o quiere defender su país”, afirmó Biden.

En el barrio de Taimani, en el centro Kabul, las tiendas estaban abiertas todavía este domingo, pero el miedo y la incomprensión se apreciaba en sus rostros.

– Los ‘valores islámicos –

“Tomamos nota del retorno de los talibanes en Afganistán, y esperamos que su llegada traiga paz y no un baño de sangre. Recuerdo, cuando era niño, las atrocidades cometidas por los talibanes” dice a la AFP Tariq Nezami, un comerciante de 30 años.

En la mayoría de los bancos se pudo ver una gran aglomeración, con gente que buscaba retirar su dinero mientras aún quedaba tiempo. Las calles también se llenaron de vehículos cargados hasta los topes que intentaban salir de la ciudad o refugiarse en una zona que la gente consideraba más segura.

Muchos afganos, sobre todo en la capital, y las mujeres en particular, acostumbradas a la libertad de la que han disfrutado durante los últimos 20 años, temen la vuelta al poder de los talibanes.

Los talibanes impusieron una versión estricta del islam cuando gobernaron Afganistán de 1996 a 2001.

Las mujeres no podían trabajar ni salir sin estar acompañadas por un hombre, y se prohibía a las jóvenes y niñas ir a la escuelas. A los ladrones se les cortaba las manos, los asesinos eran ejecutados públicamente y los homosexuales eran liquidados.

Pero los talibanes tratan de mostrar hoy una imagen más moderada y han prometido que si vuelven al poder respetarían los derechos humanos, en especial los de las mujeres, aunque de acuerdo con los “valores islámicos”.

Pero, en las nuevas regiones conquistadas, los insurgentes ya fueron acusados de numerosas atrocidades: asesinatos de civiles, decapitaciones y secuestros de adolescentes para casarlas por la fuerza, entre otros.