José Joel Peña Llanes

 

La Unión Europea (UE) enfrenta hoy en día diversas crisis, principalmente de carácter interno, que han afectado la inercia de su propio proceso de integración, al grado que algunas personas estudiosas del tema ponen en tela de juicio su continuidad como un actor clave del escenario global.

En este contexto, es posible identificar los siguientes problemas: el Brexit; la pérdida de fuerza del eje franco-alemán como motor de la UE; la conformación de gobiernos antieuropeos; la pérdida de confianza de los ciudadanos hacia instituciones europeas; y la pandemia por Covid-19.

Por lo que se refiere al Brexit, se advierte que, desde el 1 de enero de 2021, fecha en que terminó el período de transición durante el cual Reino Unido se mantuvo en el mercado europeo a pesar de haber formalizado su salida del bloque regional el año anterior, surgieron problemas concretos que afectan a diferentes sectores de la sociedad, sobre todo porque se impusieron controles fronterizos y trámites burocráticos para el flujo de bienes y servicios que suponen costos extra para los negocios. Además, se avivó el problema con Irlanda del Norte por la importación de productos del Reino Unido, mismos que ahora deben someterse a nuevas reglas comerciales.

En cuanto a la relación entre Francia y Alemania, destaca, por un lado, la pérdida de popularidad del presidente francés, Emmanuel Macron, debido a una serie de reformas que ha impulsado, aun a costa del bienestar social y, por el otro, el hecho de que la canciller Ángela Merkel, además de tener problemas de credibilidad al interior de su partido político, concluirá su mandato a finales de este año. Este escenario de incertidumbre ha coadyuvado al aletargamiento de las reformas institucionales necesarias para mejorar la gobernanza de la UE.

En el mismo sentido, se aprecia un aumento de discursos nacionalistas y antieuropeos que han derivado en la conformación de gobiernos de extrema derecha y en el ascenso al poder de jefes de Estado y partidos políticos euroescépticos o eurófobos que se muestran renuentes a la idea de profundizar el proyecto de integración. Basta voltear a Polonia o Hungría.

Por si fuera poco, persiste un grado de desconfianza sobre la capacidad de las instituciones comunitarias para mejorar la calidad de vida de las personas.

Finalmente, la lucha contra la pandemia, que ha provocado la muerte de más de 740 mil personas ciudadanas europeas, ha concentrado toda la atención y los recursos económicos que estaban destinados a otros temas de la agenda comunitaria que son fundamentales para fortalecer a la propia Unión, relegándolos a un segundo plano.

Este escenario fragmentado y poco prometedor ha generado muchas dudas sobre las posibilidades de que la UE retome el camino de la integración; sin embargo, también se puede argumentar que las crisis son una ventana de oportunidad para resolver problemas estructurales y continuar con un proyecto exitoso. En mi opinión, esta segunda opción es la correcta.

* Esta reflexión fue parte de una ponencia presentada este 11 de agosto en el Seminario Permanente de Derecho Internacional (2021) que organiza el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

 

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