En las últimas semanas, los medios y la opinión pública centraron su atención en las Olimpiadas. Bajo este contexto, es preciso realizar un balance de las lecciones aprendidas en el trayecto. Así pues, ¿qué nos queda de los Juegos Olímpicos?

Sin duda, en el marco de la crisis sanitaria actual, las Olimpiadas constituyeron un espacio de encuentro multidiverso, en el cual nos replanteamos ciertas ideas, particularmente, relacionadas a cómo construir una sociedad unida, fraterna y pacífica.

Asimismo, Tokyo 2020 proyectó distintos mensajes y valores importantes: solidaridad, cooperación, amistad, respeto y trabajo en equipo. Éstos posibilitan el florecimiento humano —personal y social—.

En el caso especial de México, primeramente debe reestructurarse de fondo a la Conade, derivado de los escándalos e irregularidades recientes referentes a temas de corrupción y de escaso apoyo a nuestros atletas. El impulso a la cultura del alto rendimiento deportivo será determinante.

Del mismo modo, nuestro país deberá fijarse como un objetivo prioritario en el corto plazo, invertir en el deporte, siguiendo el ejemplo de naciones que son punta de lanza en la materia, a fin de elevar el nivel de competitividad de nuestros deportistas. Se necesitan más entrenadores y centros deportivos, así como un incremento de los sueldos.

Ha quedado acreditado que mayor presupuesto se materializa en mejores resultados. En Londres 2012, la Conade recibió 6,147.4 millones de pesos. Esto se tradujo en ocho medallas para la delegación mexicana —su desempeño más destacado en la historia.

La cultura física y el deporte también impactan favorablemente en otros rubros, por ello se le considera una palanca de desarrollo. De acuerdo con la publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) denominada Deporte para el desarrollo: “El deporte puede(…) incentivar la acumulación de capital, facilitar el funcionamiento de los mercados y fortalecer a las instituciones a través de su efecto sobre el capital social, la confianza, la cultura y la delincuencia.”

Igualmente, el deporte es clave dado que permite mejorar la salud de la población. Según un reporte del Inegi (2018), el sedentarismo representa un factor de gran riesgo, ya que afecta a 60% de la población mundial y, en México, a 58.3% de los mayores de 18 años. Claramente, no se han registrado avances sustanciales, al ritmo que se requiere; la inactividad física y los malos hábitos alimenticios continúan siendo los detonadores de obesidad y de enfermedades crónico-degenerativas, principales causas de muerte en nuestro país.

Hoy, el orden mundial no es el mismo. La pandemia trajo consigo una serie de desafíos, en diferentes planos y dimensiones, que exigen inevitablemente un cambio de perspectiva… “Más rápido, más alto, más fuerte”. En tiempos convulsos y de profunda desazón, el lema y espíritu olímpicos deberá guiarnos por el camino de la esperanza y la reconciliación.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

 

Consultor y profesor universitario

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