Mucho se ha hablado sobre las grandes joyas del cine, nacional e internacional. Infinitos artículos, piezas de opinión, documentales, revistas enteras, litros de tinta y millones de pixeles se han dedicado a ello, libros, clases, profesores y academias se han construido sobre el trabajo de esos pocos privilegiados.

Los Tarkovskys, los Bergmans, los Chaplines y los Woody Allens del mundo (aunque hoy estén cancelados). Los Tarantinos, Murnaus, Buñueles, Hitchcocks, Indios Fernández y anexas. Sobre sus grandes contribuciones al séptimo arte, sus innovaciones técnicas y artísticas, su originalidad creativa y cómo sus filmes han tocado los corazones de tantas y tantas personas en cada rincón del planeta.

Pero poco se habla, aunque en la práctica se vean mucho más, las obras de los directores no famosos, de los productores de películas de serie b, los escritores de telenovelas, o de películas que no sobrepasan la necesidad inmediata del entretenimiento. De los cientos de actores que pueblan cualquier reparto, pero no conocemos sus nombres. De los directores de fotografía que no tienen una fulgurante y multipremiada carrera.

Seguramente vieron una serie o película en la semana anterior, o incluso ayer o probablemente hoy mismo. ¿Recuerdan el nombre del director? ¿Saben quién era el actor protagonista? Ni hablemos del coprotagonista o del secundario. Y ojo, no lo estoy diciendo como reclamo. Realmente todo lo contrario. Estoy seguro de que dicha película o serie les trajo o alegría, o suspenso, misterio, risas o emociones… si no lo hizo, dudo que hayan aguantado mucho tiempo viéndola.

Por más que existan estos enormes modelos a seguir, genios, estrellas y monstruos de la industria, ya sea a nivel histórico u hoy, en nuestros días, hay que pensar que para que haya una película como “Parasite” o “Roma” tienen que haber miles, o cientos de miles de horas de contenido cinematográfico. Y no porque esto sea algo malo, al contrario, es MUY bueno. Ya que si todas las películas que se hacen fueran “El Séptimo Sello”, entonces esta joya de película no sería nada del otro mundo. Si todos los actores fueran Marlon Brando, pues nadie sería Marlon Brando.

Y al final, para que una película nos cambie la vida, nos llegue a lo más profundo de nuestra conciencia y nos haga pensar, reír, reflexionar, imaginar y nos transporte a otro mundo, tampoco tiene que ser una obra maestra.

Seguiremos todos viendo siempre a los maestros como maestros, pero también es cierto que esta industria, con todo su misterio y glamur, es una necesidad tan humana, tan directa, tan cotidiana y recurrente, que tampoco necesita de ser imposiblemente genial con cada producto que se crea.

Por eso cuando alguien critica las telenovelas, las comedias románticas, los melodramas televisivos, las películas de terror, los dramas de acción de fin de semana, las películas de súper héroes, la animación infantil, o cualquier género que alguien considere como “basura” o “menor”, yo siempre pienso: ok, tu opinión es válida, pero por suerte existen.

 

@pabloaura