José Ureña

Ningún lugar del país es parecido a la Ciudad de México.

El lugar donde en 2000 nació, durante lustros creció su imagen y en 2021 ha empezado a declinar el reino político-electoral de López Obrador.

Esa es su gran contradicción.

Desde hace más de dos décadas el tabasqueño se cree dueño absoluto de la Ciudad de México y su zona conurbada.

Pero en junio pasado perdió nueve alcaldías de la capital del país y los municipios más importantes del estado de México.

En el primer caso, se le fueron nueve alcaldías claves para la gobernabilidad de la gran urbe:
Alvaro Obregón con Lía Limón, Azcapotzalco con Margarita Saldaña, la siempre panista Benito Juárez, Santiago Taboada, Coyoacán con Giovani Gutiérrez, Cuajimalpa con Adrián Rubalcava, Cuauhtémoc con Sandra Cuevas, Magdalena Contreras con Luis Gerardo Quijano, Miguel Hidalgo con Mauricio Tabe y Tlalpan con Alfa González.

En el segundo caso fueron los municipios más importantes del estado de México: Atizapán, Cuautitlán, Naucalpan, Metepec, Tlalnepantla y Toluca.

Pero sobre todo Huixquilucan, donde el panista Enrique Vargas del Villar ha sentado reales -su esposa Romina Contreras barrió para alcaldesa- y lo tiene de despegue para su candidatura a gobernador en 2023.

RECRIMINACIONES PRESIDENCIALES

Ahí está el gran enojo presidencial.

Apenas pasadas las elecciones, López Obrador llamó a Palacio a varios de los actores en quienes pretendía descargar la responsabilidad de la derrota.

Por ejemplo, a Néstor Núñez López le recriminó no haber hecho nada para fortalecer y asegurar la victoria de Dolores Padierna y el clan de René Bejarano.

Con esa bandera en 2015 hizo campaña Ricardo Monreal y con esa bandera derrotó a los todavía entonces perredistas amos y señores del centro del país, sede de los poderes federales.

El tabasqueño olvidó dos detalles:

Ese año su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) luchó contra el corporativismo, la corrupción, la venta de piso y todos los vicios con los cuales los pobladores ligan a la pareja Bejarano-Padierna.

Otro más:

El propio López Obrador pidió a las autoridades intervenir durante las campañas, pero eso no lo cumplieron las autoridades morenistas casi en ningún lugar del país.

¿Acaso la palabra era para violarse?

A LA CONQUISTA DE GUANAJUATO

La persecución del fiscal Carlos Zamarripa es el principio de una trama de largo alcance.

No nada más contra él, acaso el eslabón visible más débil en la lucha político-electoral por la conquista del centro del país.

Es ahí donde está la cuna del sinarquismo y el panismo tradicional -desde la concertacesión de Carlos Salinas y el desplazamiento de Ramón Aguirre por Carlos Plascencia se le escrituró al Partido Acción Nacional (PAN)- y donde no ha podido penetrar López Obrador.

Este mandó a Ricardo Sheffield con la ilusión de crear una cabeza de playa, pero el procurador federal del consumidor fue un fiasco como en 2018, cuando renunció al PAN y se fue contra Diego Sinhue.

Por todo esto Sinhue no consigue cita en Palacio Nacional y se socava su mandato con críticas a la violencia y el reclamo de la cabeza de Carlos Zamarripa.

Vienen meses y años de confrontación intensa entre ambos para morenizar el estado más codiciado y más antipejista de la nación.

Su batalla madre será en 2024.

LEG

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