Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Hechos 17-25

Al llegar a casa de Sylvia Lemus viuda de Fuentes me acordé de cuando entrevisté hace años al escritor en un evento en el Polyforum Siqueiros. Fuentes nació en Panamá (1928) y falleció aquí en la capital mexicana en 2012. Fue un extraordinario narrador y ensayista mexicano, además uno de los escritores más importantes de la historia literaria de su país. Figura fundamental del llamado boom de la novela hispanoamericana de los años 60 y, claro, el núcleo más importante de su narrativa se ubicó del lado más experimentalista de los escritores; y recogió los recursos vanguardistas inaugurados por James Joyce y William Faulkner (pluralidad de puntos de vista, fragmentación cronológica, elipsis, monólogo interior), apoyándose a la vez en un estilo audaz y novedoso que exhibe tanto su perfecto dominio de la más refinada prosa literaria como su profundo conocimiento de los variadísimos registros del habla común.

Por cierto, a la gran entrevistadora de intelectuales en la TV Mexicana, le gustó mucho el obsequio de una mascada de Pineda Covalin. Ella dijo “es preciosa, te enviaré foto con ella. Su color rojo y las hojas café y azul son magia de otoño. Por cierto, uno de los invitados a la comida aquí en casa, Luis Gálvez y tú, es Xavier Velasco, cuyo primer libro Diablo Guardián obtuvo el Premio Alfaguara”. La nueva novela El último en morir, de Velasco, se encuentra en Ghandi. Y Sylvia Lemus señaló que había estado feliz con sus invitados. Eso sí: me recordó que siempre tuvo empatía conmigo por ser inteligente, curioso y poseer sentido del humor. En esa tarde, Sylvia se nos reveló como una gran crítica culinaria.

Y volviendo a Carlos Fuentes, hijo de un diplomático de carrera, tuvo una infancia cosmopolita y estuvo inmerso en un ambiente de intensa actividad intelectual. Licenciado en leyes por la Universidad Nacional Autónoma de México, se doctoró en el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza. Su vida estuvo marcada por constantes viajes y estancias en el extranjero, sin perder nunca la base y plataforma cultural mexicanas. En la década de los sesenta participó en diversas publicaciones literarias. Junto con Emmanuel Carballo fundó la Revista Mexicana de Literatura, foro abierto de expresión para los jóvenes creadores.

Junto a la narrativa, cultivó también el ensayo, el teatro y el guión cinematográfico. Algunos de sus ensayos de tema literario fueron recopilados en libros, como La nueva novela hispanoamericana (1969) o el dedicado a Miguel de Cervantes, Cervantes o la crítica de la lectura (1976). A los veintiséis años se dio a conocer como escritor con el volumen de cuentos Los días enmascarados (1954), que fue bien recibido por la crítica y el público.

Su éxito se inició con dos novelas temáticamente complementarias que trazaban el crítico balance de cincuenta años de la “revolución” mexicana: La región más transparente (1958), cuyo emplazamiento urbano supuso un cambio de orientación dentro de una novela que, como la mexicana de los cincuenta, era eminentemente realista y rural; La muerte de Artemio Cruz (1962), brillante prospección de la vida de un antiguo revolucionario y ahora poderoso prohombre en su agonía.

La región más transparente (1958)

Las promesas de originalidad y vigor que ya se vislumbraba en Los días enmascarados se cumplieron plenamente con La región más transparente (1958), un dinámico fresco sobre el México de la época que integra en un flujo de voces los pensamientos, anhelos y vicios de diversas capas sociales. La primera secuencia es la presentación de sí mismo que hace Ixca Cienfuegos, e inicia la novela con estas palabras: guales y a la ciudad. Su parlamento finaliza con las siguientes frases: “Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire”. Frase parecida a la de Cristina Pacheco: “Aquí nos tocó vivir”.

La muerte de Artemio Cruz (1962)

La denuncia del fracaso de la Revolución se halla en la base de diversas obras de Carlos Fuentes, y muy especialmente en La muerte de Artemio Cruz (1962), una de las mayores novelas de las letras mexicanas. Viejo, rico y poderoso en la hora de su muerte, Fuentes relata la larga agonía de Artemio Cruz y los episodios en ella evocados mediante el empleo riguroso y sistemático del “yo”, del “tú” y el “él”. A través del “yo” nos ofrece, en tiempo presente (la obra se sitúa en el año 1959), el monólogo interior del antiguo revolucionario agonizante, mientras que el “tú” corresponde a su subconsciente, que instruye al moribundo acerca del futuro de sus elucubraciones mentales, y con “él” recuerda, por el contrario, la historia pasada de Artemio y de quienes le rodearon o bien se rodeó en los distintos momentos de su vida.

Obra posterior

Las novelas reseñadas otorgaron a Carlos Fuentes un puesto central en el llamado boom de la literatura hispanoamericana. Dentro de aquel fenómeno editorial de los años 60 que, desde España, daría a conocer al mundo la inmensa talla de los nuevos (y a veces anteriores) narradores del continente. Carlos Fuentes fue reconocido como autor de la misma relevancia que el colombiano Gabriel García Márquez, los argentinos Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Julio Cortázar, el peruano Mario Vargas Llosa o los uruguayos Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti.

Entre las dos novelas mencionadas, sin embargo, se sitúa una obra de andadura realista y tradicional: Las buenas conciencias (1959), que cuenta la historia de una familia burguesa de Guanajuato. Son de destacar, en este sentido, Cambio de piel (1967), con las abundantes divagaciones a que se abandonan cuatro personajes ante el espectáculo de una pirámide de Cholula. Zona sagrada (1967) retrata la difícil relación entre una diva del cine nacional y su hijo. Terra Nostra (1975), novela muy extensa que muchos consideraron inabordable, es probablemente su obra más ambiciosa y compleja; en ella llevó al límite la exploración de los orígenes del ser nacional y de la huella española (el ejercicio del poder absoluto por parte de Felipe II) en las colonias de América. A esta selección de sus obras agregó la novela corta Aura (1962), historia mágica, fantasmal y extraña en la mejor tradición de la literatura fantástica. En 1987 fue galardonado con el Premio Cervantes, en 1994 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, y en 2008 recibió la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Su discurso fue señalado como único por sus compañeros de profesión.

Finalmente, hubo comida exclusiva en el Club France, para festejar el cumpleaños de Carlota Rivera Martínez del Río. Entre los invitados: Manuel Rivera, Charlotte Martínez del Río y Escandón, y Luis Pablo Martínez del Río y Olga Carlota Escandón con sus otros nietos Manuel y Luis Pablo. Y hasta la próxima, ¡abur!

  @castillopesadoe