Hace unos días, el Gobierno mexicano dio a conocer que el regreso a las aulas será en agosto. Desde luego, este anuncio fue objeto de múltiples críticas. Por ello, resulta pertinente analizar esta decisión a la luz de la emergencia sanitaria producto del Covid-19.

Las autoridades argumentan que la modalidad de educación virtual es insostenible, debido al daño emocional que ha propiciado el confinamiento. Bajo este contexto, el regreso a clases se torna en una cuestión apremiante. Pero, ¿a qué costo?

Sin duda, la pandemia impactó negativamente en los distintos ámbitos de la vida humana, principalmente en la educación. En el marco de la eventual reapertura de las escuelas en México, a pesar de que el personal educativo ya recibió la vacuna, una proporción importante de la población mexicana, donde se concentran nuestros niños y jóvenes, aún no.

En lo que respecta a la economía, el Banco Mundial advirtió que la crisis sanitaria podría traducirse en una pérdida del orden de diez billones de dólares en ingresos futuros para quienes integran esta generación. Con el cierre de los colegios, la pobreza en el aprendizaje en países de ingresos bajos y medios podría incrementarse a 63%, lo que provocaría que 72 millones de niños no fueran capaces de leer ni comprender un texto.

Por este motivo, los gobiernos están obligados a invertir en la capacitación docente y en el capital humano, con el propósito de que los niños y jóvenes desarrollen nuevas habilidades y eleven su nivel de productividad. Esto va acompañado del uso de la tecnología. No obstante, primeramente se debe acortar la brecha digital.

Inegi revela que entre los motivos para no inscribirse al ciclo escolar 2020-2021, 21.9% de los encuestados señala que carece de computadora (u otros dispositivos) o conexión a Internet.

Por otro lado, informes de Unicef detallan que el confinamiento prolongado ha afectado significativamente la salud mental de la niñez; de modo que los menores han mostrado señales de ansiedad, depresión, irritabilidad, estrés y falta de concentración. Estos síntomas se han acentuado derivado de los entornos de violencia familiar e inseguridad alimentaria que se experimentan en los hogares.

Las escuelas tendrán que contar con los medios y protocolos suficientes si pretenden declarar una reapertura temprana. En este sentido, se deberá crear un sistema híbrido que facilite la coexistencia entre las clases presenciales y vía remota, atendiendo a las recomendaciones que se emitan en materia de salud.

Así pues, el retorno a las escuelas representará un gran desafío para nuestro país, máxime en medio de la tercera ola. El rebrote de casos podría ocasionar un cierre definitivo de las aulas. El Gobierno mexicano deberá replantearse esta idea en los próximos días, con el objetivo de garantizar un regreso progresivo y seguro.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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