No firmen nada”, nos dijo al llamarnos desde Vancouver, Canadá. Fue así como en 10 minutos el entonces prófugo de la justicia, Napoleón Gómez Urrutia, tumbó la negociación que sostuvimos por semanas con las autoridades de la Secretaría del Trabajo y la empresa para levantar las huelgas de Cananea, Sombrerete y Taxco, mismas que estalló coordinadamente para ahorcar a la empresa y así lucrar y obtener beneficio propio. 

Los empresarios habían aceptado las peticiones del sindicato para que los más de 2 mil compañeros de las tres minas recuperaran su empleo. El acuerdo era jugoso, incluía el pago de salarios caídos y el reconocimiento de la huelga, entre otros. Se veía el término de los paros, sin embargo, una vez más Napillo jugó con la necesidad de los obreros.

Desde el autoexilio, movía todo en su residencia de más de dos millones de dólares en Canadá y dio muestra de ello cuando, a unas horas de concretar el fin de las huelgas, echó atrás el acuerdo al decir que nada se firmaría hasta que le retiraran las denuncias penales que había en su contra por la malversación de 55 millones de dólares en detrimento de los mineros. Además de una exigencia que rayaba en lo ridículo: el pago directo de 100 millones de dólares por daño moral.

A Napo no le bastó con robarse 55 millones de dólares, sino que pidió 100 millones de dólares para él. Está loco, dijeron algunos, incluso los que negociábamos por el sindicato no lo podíamos creer, dejaba en claro que los trabajadores eran el vehículo que usaba para extorsionar a la empresa y al Gobierno. 

El hecho fue tan real, que en la entrada principal de la Secretaría del Trabajo colocaron una gran manta diciendo que en esa dependencia no se trataban asuntos penales, es decir, no cayeron en sus chantajes y no aceptaron quitarle las órdenes de aprehensión. 

Los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto tuvieron interés y voluntad de resolver las huelgas, se hicieron investigaciones, se giraron órdenes de aprehensión, los trabajadores fueron recibidos por las autoridades, no así en la actual administración. 

De las supuestas tres huelgas con las que aún lucra, solo la de Taxco sigue vigente. La realidad hizo que los trabajadores se dieran cuenta que trataban con un bribón. En Cananea las actividades se reactivaron tras un laudo que ordenó el término de las relaciones laborales y colectivas entre sindicato y empresa, los mineros pagaron las consecuencias y fueron liquidados conforme a ley. En Sombrerete, Zacatecas, los trabajadores abandonaron el sindicato de Napillo y se afiliaron a otro para poder regresar a trabajar.

Cínicamente Napito celebra 14 años de la huelga de Taxco. Pero es preciso decirle que una huelga se festeja cuando se gana y no cuando se pierde todo. 

A la fecha, Napillo no ha dicho dónde están, ni qué hizo con los 55 millones de dólares que se robó, ni el sindicato, ni los trabajadores han visto un solo centavo. Él sigue negando lo sucedido y no habla del tema si no se refieren a él como perseguido político o como mártir, cuando todos sabemos que los únicos mártires son los trabajadores que perdieron todo por la avaricia de Napito

La 4T se unió a Napito. Hoy la administración de López Obrador se vuelve cómplice de las fechorías de su senador, no sólo al ocultarlas, sino al permitir que este impostor de minero siga adelante con sus métodos para dejar sin empleo y extorsionar a las empresas, tal como pasa con la mina San Rafael en Cosalá Sinaloa. 

AMLO prefiere apoyar a un hombre envuelto en escándalos millonarios, de abuso de poder y de explotación laboral y dejar a su suerte a 2 mil obreros que piden su ayuda para recuperar su empleo. ¿Curioso, no?

 

 @CarlosPavonC