El 15 enero de 1953, el presidente Harry Truman se despidió de la Oficina Oval con un discurso televisado. Cinco días más tarde entregaría el cargo al admirado republicano Dwight Eisenhower, quien fue Comandante Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas en Europa durante la Segunda Guerra Mundial.

Truman, quien por esas fechas tenía una mediocre aprobación que rondaba el 35% (véase: https://bit.ly/2Ul5VpC) debido a la estancada Guerra de Corea—sería tras la muerte de Stalin en marzo de 1953 que Eisenhower lograría un armisticio cuatro meses después—, aprovechó su mensaje para hablar de un aspecto moral crucial en el marco de la Guerra Fría: la nula legitimidad democrática del comunismo soviético, chino, norcoreano, o en cualquier otra de sus formas.

“El mundo comunista tiene grandes recursos y parece fuerte. Pero hay un defecto fatal en su sociedad. El suyo es (…) un sistema de esclavitud; no hay libertad, no hay consentimiento. El Telón de Acero, la policía secreta, las purgas constantes, todos estos son síntomas de una gran debilidad básica: el miedo de los gobernantes a su propio pueblo”. A la larga, predijo Truman, la democracia y el orden liberal superarían a dicho sistema por una simple razón:
el comunismo, en cualquiera de sus formas, necesita suprimir libertades políticas, civiles y económicas para poder existir.

Y aunque al comunismo le encanta aparentar fuerza y unanimidad, es un sistema frágil, ya que no está diseñado para lidiar con la pluralidad natural que surge en toda sociedad humana. Por eso no tiene elecciones libres ni libertad de expresión. El sistema solo funciona si la gente tiene miedo. Por eso, cuando la gente bajo sistemas comunistas pierde ese miedo, el régimen suele colapsar—eso fue lo que pasó, en términos políticos, con la Unión Soviética—.

En el contexto de las recientes protestas antirégimen en Cuba, debemos recordar lo terrible que es su sistema político-económico y lo vil que es defender su continuidad. Incluso, el argumento favorito de los prodictadura—“el
embargo estadounidense es la causa de la tragedia cubana”—es cada vez más débil.

Hoy sabemos que no es un bloqueo comercial total—por ejemplo, EE.UU. es el principal exportador de alimentos y medicinas a Cuba (véase: https://bbc.in/2VKyME2)—. Es más bien una traba generalizada que impide a alguien hacer negocios con la isla a través del sistema financiero estadounidense. No obstante, Cuba puede comerciar libremente con el resto del mundo.

La historia comprobó que Harry Truman tenía razón. La fortaleza de un sistema político se mide en cómo lidia con la pluralidad. La represión cubana contra su propia población es señal inequívoca de que el Partido Comunista está asustado.

México podría ayudar a acelerar la liberación de la isla facilitando Internet a la población, cortando lazos diplomáticos y comerciales temporalmente, y llamar a sus aliados a hacer lo mismo. Pero el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió ponerse del lado de los opresores. Una clara traición al pueblo cubano.