Foto: Cuartoscuro Cientos de personas de 30-39 años asistieron al Palacio de los Deportes para recibir la primera dosis en la alcaldía Iztacalco  

Es viernes y el sol del mediodía pega con fuerza sobre la CDMX. Nervioso y emocionado a la vez, muestro mi credencial de elector a un funcionario mientras me adentro al Palacio de los Deportes que, pese a ser chilango, visito por primera vez en mis 32 años de vida.

Junto conmigo caminan decenas, cientos de personas de mi generación, de treintañeros, personas que crecimos jugando videojuegos, y escuchando OV7 o a los Backstreet Boys.

Y aquí estamos, acudiendo a vacunarnos contra el Covid-19, en orden, con disciplina y en fila india, que todos somos adultos independientes y responsables.

Todo avanza con una rapidez que me sorprende muy gratamente, pues aunque temía una larga espera bajo el sol o interminables filas para vacunarme, sólo aguardé la explicación de la enfermera para después sentir la aguja en mi brazo y ya está, protegido a medias contra el Covid, pues sólo es la primera dosis.

Pasamos a observación, todos calladitos y formaditos, rompiendo las explicaciones de una funcionaria sólo para preguntarle con una sonrisa si me podría prestar su pluma para anotar el lote de la vacuna AstraZeneca que me aplicaron.

“Pero me la cuida porque es la única que tengo, ya me desaparecieron todas mis plumas”. Siento como si me hubiera regañado, pero a mi compañera de al lado le va peor: “¿No llenó nada de su formato? ¿Verdad que en la página decía que lo llenaran? No puede ser, si se supone que ustedes son la generación del internet”.

Salgo de ahí con una sonrisa y esperando no tener los efectos secundarios que ya tuvo mi esposa hace dos días: fiebre, cuerpo cortado, dolor de cabeza, mareos… esperanza vana, pues aunque el paracetamol detiene la alta temperatura, todo lo demás me golpea y me tumba en la cama.

Pero si así me siento con la vacuna (de la cual, especifícamente de la AstraZeneca corren mil memes en las redes sociales), no quiero ni imaginar lo que es sufrir la enfermedad… lo que padecieron los que ya no están.

Así que aquí estamos, con dolor de cabeza y cuerpo cortado, pero casi al final de la oscuridad de esta pandemia.

LEG