Cuando por primera vez el presidente Andrés Manuel López Obrador exigió a la corona española que se disculpara por la conquista de hace 500 años, la realidad es que los pocos que le escucharon en España pensaron que se trataba de una broma.

En el momento que la clase política española y buena parte de la sociedad de ese país se dio cuenta que realmente el Presidente mexicano hablaba en serio, lo ubicaron de inmediato en la misma canasta donde la opinión pública tiene depositados a los Gobiernos de Venezuela, Brasil, Cuba o Nicaragua.

Si tan solo la 4T no guardara esos 500 años de rencor y fuera realmente un Gobierno progresista, no podría encontrar mejor aliado que el Gobierno socialista español de Pedro Sánchez. Es un Presidente quien se tuvo que aliar con la extrema izquierda para formar Gobierno y que es incapaz de condenar los abusos de la dictadura cubana. Vamos, más afín no se podría.

En lugar de eso, prefiere López Obrador tipificar a los españoles como delincuentes y emprenderla en contra de las empresas de ese país, muy especialmente las del sector energético.

Pedro Sánchez tiene sus propios problemas, como darles alas a los independentistas catalanes o tener que renovar su gabinete para buscar la supervivencia política, una crisis sanitaria y otra económica de las que no salen los españoles. En fin, suficientes problemas como para tener tiempo de atender dislates de un Gobierno latinoamericano.

Sin embargo, una cosa es que España les ponga poco interés a los asuntos de América Latina, comprensible por la distancia y la complejidad de sus problemas regionales, y otra diferente es que el Gobierno de Estados Unidos muestre tal distracción de lo que ocurre al sur de sus propias fronteras.

Claro que el presidente López Obrador no come fuego y no se lanza con la misma virulencia contra el Gobierno demócrata de Joe Biden. Claro que tampoco los tiene en la misma estima que la que tenía por Donald Trump.

El Gobierno mexicano se ha mostrado más que dispuesto a reforzar la política migratoria de los Estados Unidos, con todo y despliegue de la Guardia Nacional para evitar cruces fronterizos ilegales, porque ese tema, el migratorio, parece ser el único que está en el interés de la Casa Blanca.

La realidad es que se aprecia una enorme tibieza por parte del Departamento de Estado del Gobierno de Joe Biden respecto a los graves conflictos que se multiplican en la región.

Está muy bien que el Gobierno estadounidense sea menos intervencionista en la región, pero ese desinterés por América Latina que han mostrado tanto Trump como Biden se convierte en patentes de corzo para impresentables como Nicolás Maduro, quien mantiene en el hambre y la opresión a los venezolanos o Daniel Ortega, quien afina con toda clase de violación de las garantías individuales su régimen autoritario en Nicaragua.

En Haití mataron a su Presidente y aparentemente todo se planeó en Estados Unidos y el descontento social en Cuba se encuentra con tibias y muy apagadas reacciones de La Casa Blanca, a pesar de haber hecho del destino de esa isla una prioridad desde hace más de 60 años.

 

   @campossuarez