La agenda legislativa adelantada por el Presidente para sus últimos tres años de Gobierno es como sus billetes de lotería, deslumbrantes, pero con muy pocas posibilidades.

Pero claro que el presidente Andrés Manuel López Obrador no lo ve así. Él espera un triunfo ante cualquier resultado.

Aprobar alguna de sus reformas constitucionales implica haberse echado a la bolsa a los opositores suficientes. Y no lograr esos cambios le permite seguir gritando que los del antiguo régimen buscan frenar su transformación.

No hay manera sensata de que pasen esos tres cambios constitucionales que busca la 4T. Ni atentar contra el INE, la pluralidad y el equilibrio de poderes; ni pisotear a los eficientes productores particulares de energía eléctrica para cumplir el capricho de Manuel Bartlett de regresar al monopolio eléctrico de su juventud; ni la militarización total del país, con todos los riesgos a la democracia que eso implica. Nada de eso puede estar en el ánimo de ningún legislador de oposición.

No habría manera sensata de pensar que esas propuestas presidenciales que, se supone, habrá de presentar López Obrador de aquí al 2024 logren transitar. Pero bueno, nadie habría apostado que la posibilidad de extender el mandato del ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación habría llegado tan lejos y por esa vía tan tramposa.

El punto es que el líder de la 4T volvió a dar un primer paso efectista que lo vuelve a colocar delante en la carrera político-electoral. Él impone la agenda.

López Obrador es un maestro de la propaganda, el mejor candidato que ha conocido México y un auténtico encantador de las masas. Y enfrente, en su oposición, no tiene a nadie. Ni partido, ni persona, ni programa de Gobierno que le haga la más mínima sombra.

No se puede inventar a un líder carismático de la noche a la mañana, los partidos políticos cargan con muchos negativos. Y si algo debieran intentar los opositores al Presidente es conformar un programa común de alianza para presentar una agenda legislativa tan espectacular como la presidencial.

No tienen que ser iniciativas contra el Presidente, porque esas caen mal entre los ciudadanos. Pero sí propuestas de reformas a nivel constitucional que, por ejemplo, den forma a un ingreso mínimo vital en México, esa bandera tan tímidamente enarbolada durante la crisis por la pandemia.

Quiere la 4T una reforma fiscal que no será otra cosa que un garrote con picos para evitar la evasión de impuestos. Pueden los opositores colgarse del impulso que tendrá ese tema en septiembre para proponer una reforma que rediseñe y redimensione el Pacto Fiscal de la Federación.

Pueden intentar la creación de un organismo anticorrupción con la autonomía y la fuerza de instituciones como el Banco de México o el INE. Algo que realmente permita combatir ese flagelo que hoy solo adorna discursos huecos en las mañanas.

En fin, cambios que sí pueden resultar positivos para el país, que pueden dar forma a un verdadero bloque opositor que trabaje en conjunto y no solo pida votos y que con reformas verdaderamente ambiciosas consigan la atención de la opinión pública para acabar con el monólogo del presidente López Obrador.

 

@campossuarez