Los Ángeles 2019: ahí ocurre Blade Runner, la película de Ridley Scott de 1982; para ese año, la humanidad habría alcanzado los confines del cosmos en su implacable búsqueda de recursos. Para entonces habría una raza de robots/humanos, totalmente similares a nosotros físicamente, llamados replicantes que nos reemplazarían en esas tediosas tareas que nadie quiere hacer. Como minar recursos en asteroides lejanos, y así. Una especie de raza esclava que trabajaría para nosotros, pero fabricada a partir de la tecnología.

Pero ellos, los replicantes, al ser tan parecidos a los seres humanos se revelarían en contra de nosotros, sus creadores. Por lo que, eventualmente, habría que mantenerlos alejados y ocupados en las tareas para las que fueron programados y eliminar, o retirar, a los que hubieran regresado a la tierra en un afán de escapar y retornar hacia su pasado humano del cual son espejo, en el eterno dilema del creador y la criatura.

La película nos habla de esa posibilidad de que lo digital, lo tecnológico y lo real, lo que no existe sin que unos y ceros se mezclen, se fusione hasta desaparecer la diferencia que podría existir entre ellos. ¿Existe algo más humano que el arte? Claro, que si desde tiempos prehistóricos los seres humanos hemos creado obras de arte que perviven a los mismos huesos fósiles de sus creadores, sería imposible que no se nos hubiera ocurrido el arte digital, a estas alturas, digamos que incluso las primeras computadoras se han usado para el arte de alguna forma u otra.

Sin embargo, más allá de producir un objeto artístico a partir del uso de herramientas digitales, que hoy es más la norma que la excepción, hemos logrado romper una barrera más que nos conecta con la obra de una manera tangible y que marca un paso más hacia nuestra integración total con ese macro cerebro colectivo que es la información digital: su originalidad. La posibilidad de representar algo único, sin capacidad de replicarse. Con el nacimiento de la criptografía y la tecnología del Blockchain ahora podemos crear objetos a los que no se les puede dar el famoso copy, paste. Es lo que son los NFT’s o Non Fungible Tokens, objetos digitales no fungibles, o sea que no se agotan con su uso, por lo que pervivirán en el mundo digital y contarán con un certificado de ser únicos, o parte de un todo único, como una litografía de autor de la cual sólo existen equis número de copias.

Tal vez estemos lejos de crear autos voladores, minar planetas lejanos y fabricar razas de robots humanoides que desarrollen sentimientos, o tal vez menos lejos de lo que nos imaginamos. Sin embargo, nuestra conciencia como civilización se vuelve cada vez más digital, más colectiva. Como cuando el replicante Roy Batty salva a Rick Deckart (Harrison Ford) de caer al vacío en una de las escenas más famosas de Blade Runner, lo hace porque entiende la necesidad de que la vida se conserve, porque la vida, ya sea biológica o digital, significa la permanencia y transmisión de la información como centro de nuestra existencia.

 

@pabloaura