El líder nacional de lo que queda del PRI, Alejandro Moreno, “Alito’’, puso en riesgo la alianza legislativa que supuestamente tendrían PAN-PRI y PRD.

El PRI puede llamarse como el gran perdedor de la elección del domingo pasado; no pudo mantener ninguna de las 8 gubernaturas que tenía, incluso la de Campeche, que gobernó Alito 4 años antes de hacerse de la dirigencia nacional del PRI.

A pesar de los números adversos, Moreno se dijo dispuesto a dialogar con el presidente López Obrador “y con todas las fuerzas políticas’’, como una reacción a los dichos del mandatario de que Morena podría alcanzar la mayoría calificada -necesaria para las reformas constitucionales- sumando algunos diputados del PRI.

No fue una invitación a dialogar.

López Obrador simplemente dejó entrever que su partido podía “convencer’’ a algunos diputados del PRI para lograr la mayoría calificada.

Tampoco fue un gesto amable de parte del mandatario, pues sin querer queriendo dejó entrever que los legisladores del PRI tienen unos principios muy blandengues, por decirlo de alguna manera.

Alejandro Moreno debería echar un vistazo a los acuerdos o compromisos firmados con otros partidos, gobernadores y empresarios.

Ninguno de quienes participaron en esos acuerdos puede decir que sus términos se cumplieron.

El más reciente fue el acuerdo por la democracia y quién sabe qué más, mediante el cual los gobernadores y el jefe del Ejecutivo se comprometían a no intervenir en los procesos electorales.

Al día siguiente el acuerdo estaba en el bote de la basura; el Presidente fue el primero en romperlo y luego siguieron toooodoooosss los gobernadores haciendo campaña por sus cuates.

Échele un ojo a lo que pasó en Baja California con Jaime Bonilla, que puso a disposición de Morena todo el aparato gubernamental.

Alito debería cuidar la alianza legislativa después de que la alianza electoral permitiera que el tricolor resucitara en muchos municipios y no atender el engañoso canto de las sirenas.

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Mientras se discute el regreso a clases, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), atraviesa por una casi ignorada crisis en perjuicio de miles de alumnos.

El domingo pasado, la Facultad de Química, declaró concluido el ciclo escolar debido a que se reactivó un paro docente aparentemente por falta de pagos.

El aparentemente viene a cuento porque bien a bien nadie puede asegurar por qué pararon no solo en esa Facultad sino en otras cuando, de acuerdo con la propia UNAM, los pagos se regularizaron desde la primera semana de mayo.

Aún así, se encuentran en paro indefinido las Facultades de Arquitectura, Ciencias, Economía, Ingeniería y Odontología además de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS).

También en paro desde hace semanas se encuentran las Facultades de Estudios Superiores de Acatlán -parcial, solo en este caso-, Aragón e Iztacala además de la ENES Mérida.
Sume usted además a los Colegios de Ciencias y Humanidades de Azcapotzalco, Naucalpan y el Sur.

¿No es esto una crisis en la UNAM? Si no, ¿qué diablos es?

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Vicente Fox tenía la manía de autosabotearse.
La anécdota generalmente sustituía a la información incluso en los eventos más importantes para su Gobierno.
Las botas de charol, por ejemplo, exhibidas en octubre de 2001, durante una cena de gala con los Reyes de España, Juan Carlos y Sofía, que ofrecieron con motivo de la primera visita del Presidente mexicano a la península.

Ayer pasó lo mismo.

Tal parece que al presidente López Obrador no le importa el protocolo y desde el recibimiento a la vicepresidenta Kamala Harris hasta el traje que decidió utilizar para la ocasión acapararon la discusión pública nacional.

De los acuerdos, pocos se enteraron.

LEG