Una tarde cualquiera afuera del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) es otro día que se pierde.

Alguien instaló juegos infantiles y aparatos de ejercicio, pero ni el aire quiere llegar a mover esos artefactos; sólo el rayo del sol los calienta y quema.

En esta parte de la Zona Metropolitana de Guadalajara la realidad no conoce la misericordia. El ronroneo de los camiones y carros que pasan sobre la avenida Lázaro Cárdenas trasladan almas que parecen ajenas al rosario de historias que se tejen en las instaladas jardineras frente al Servicio Médico Forense (Semefo), rodeadas de fotos de personas desaparecidas.

Hasta ahí llegan familiares de las diez mil 328 personas reportadas como desaparecidas desde 1995 y hasta el 30 de abril en Jalisco. Levantados por grupos criminales o no localizados, como los quiera llamar el Gobierno, para ellos sus familiares son desaparecidos, un delito que lleva a Jalisco a cifras escalofriantes según las cuentas de Alejandro Encinas, subsecretario de Gobernación y Derechos Humanos de México.

El estado ocupa el primer lugar en desapariciones y, por si eso fuera poco, también en fosas clandestinas, una situación que ha generado protestas y hasta una sede en la antes Glorieta de los Niños Héroes, en Chapultepec, ahora llamada Glorieta de Las y Los Desaparecidos”.

Con su foto, con la imagen de su rostro, ahí le recuerdan al Gobierno y a la sociedad que las personas desaparecidas no son un número más, sino que se trata de seres humanos.

Son madres que mueren en vida, como lo confió a Quadratín Jalisco una de ellas, que lucha por encontrar a su hijo desde hace un año, o hermanas que aseguran no descansarán hasta encontrar el cuerpo de con quien compartieron desde la infancia.

“El 11 de junio voy a ajustar un año que se abrió la fosa donde me dicen que dejaron a mi hermana y aquí, en Semefo, nada más me dicen que tienen el cuerpo ingresado de una femenina pero no tienen la foto, no tienen la foto para mostrármela y ya va a cumplir un año”.

En la lucha

Los testimonios recabados son de personas de Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco (FUNDEJ), organismo de 245 integrantes dirigido por Guadalupe Aguilar, que tuvo que plantarse afuera del servicio forense para iniciar la búsqueda de sus familiares.

“Aquí todos estamos en la misma situación, todos han perdido una hija o un esposo, o un hijo, a un familiar. Yo busco a mi hijo, él desapareció en el rumbo de Cántaros, en Tlajomulco. En septiembre se cumplen dos años que no sé nada de mi muchacho. Él se llama Valente Vázquez Gallardo”, dice Nereida Gallardo.

Organismos van, organismos vienen. Lo mismo da para quienes a diario buscan y encuentran únicamente, como respuesta, la indiferencia, la insensibilidad y el maltrato de autoridades que se acostumbran a verlos pasar y que muy pocas veces tienen la voluntad siquiera de hacer una llamada para brindarles informes.

LEG