Tentaciones. Otra vez Florentino Pérez estuvo cerca de entregar el timón del Real Madrid a un director técnico de corte disruptivo, de mano dura y autoritaria, de tendencia a la terapia de choque o el escándalo…, pero desistió.

En el fondo, con el férreo Antonio Conte por segunda vez en el firmamento (la primera fue en 2018, al desplomarse el proyecto Julen Lopetegui), al mandamás merengue le bastó con hacer un poco de historia para no concretar su llegada y sí la de Carlo Ancelotti. Si en algo se parecen los siete títulos contemporáneos del Madrid en Champions League, es en que el equipo fue siempre guiado por un entrenador que supo mandar desde valores como armonía y empatía.

Jupp Heynckes en 1998; Vicente del Bosque en 2000 y 2002; el propio Carletto en 2014; Zinedine Zidane en 2016, 2017 y 2018. Cuatro nombres que apelan a lo que clamara el capitán Sergio Ramos al serle advertido el temperamento de Conte: “Aquí el respeto se gana, no se impone. Hemos ganado todo con entrenadores que ya conocéis, al final la gestión del vestuario es más importante que el conocimiento técnico de un entrenador”.

La primera llegada de Ancelotti se dio bajo un contexto de convulsión y trincheras. Si la segunda temporada de José Mourinho (2012) cerró con ilusiones de que la hegemonía barcelonista se había apagado y una nueva realidad pintada de blanco, la tercera culminó con incendios por doquier: pugnas abiertas con jugadores, con directivos, con la opinión pública, con árbitros, con rivales, con todo aquel que osase pasar por el camino del paranoico Mou.

Así que el experimentado DT italiano, deseado por el Madrid cuando llevó al AC Milan a dos Champions, cuando se coronó en la Premier League con el Chelsea, cuando fue la primera apuesta del emir de Qatar para guiar al recién adquirido París Saint Germain, tuvo como misión inicial en el Bernabéu la de bombero.

Con su sonsonete simpático y relajado, con su semblante poco dado a deformarse, con la misión de pacificarlo todo en privado, con su reiteración de una total confianza en su plantel, apagó los incendios y devolvió al Madrid a la gloria europea. Para la siguiente temporada todo se le descuadró con la partida de pilares como Xabi Alonso y Ángel di María. Renuente al drama, se empeñó en hallar la nueva cuadratura al círculo y pronto sus pupilos rompieron récord europeo con 22 victorias seguidas. Sin embargo, no alcanzó para ganar liga o Champions. Quienes en diciembre casi exigían que se le concediera un contrato vitalicio, para mayo exigían su cabeza sin contemplaciones.

Ancelotti se fue en 2015 tal como llegó y tal como por dos temporadas estuvo: sin discusiones o polémicas, en paz. Precisamente la actitud que le trae de vuelta. Por delante un tipo de misión que conoce bien: ganar en lo que reconstruye, sabedor de que en ese club no hay transición que valga o justifique derrota alguna.

Twitter/albertolati

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