Dr. Héctor Zagal

Recordando a Drácula

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

¿Les gustan los vampiros? ¿Qué tipo de vampiro? Los más recientes incluyen la firme voluntad de ser algo así como vegano (es decir, en vez de chupar sangre humana, consumen sangre de animalitos no-humanos), procrear con seres humanos y brillar bajo el sol. Stephenie Meyer, autora de la saga de “Twilight” nos ha dado una versión más espiritual y abstinente de los vampiros. Sus historias han recibido todo tipo de críticas. Por un lado está la de los fans, fieles seguidores de la historia de amor prohibido entre una humana, Bella, y un vampiro, Edward, (y de los fallidos intentos de conquista de un hombre-lobo, Jacob). Por otro se encuentra la de quienes consideran que ha desvirtuado la imagen del vampiro como un ser diabólico y cruel. Otras críticas negativas han venido de personas preocupadas por la violencia y sumisión retratada en la relación entre Bella y Edward. ¿En qué bando están ustedes?

Yo no soy entusiasta de esta versión rebajada de los vampiros, pero tampoco la condeno. La idea que tenemos del vampiro se conforma de varias tradiciones y el encanto de la literatura es que un mismo personaje puede ser reinterpretado de diversas maneras. Unas versiones pegan más que otras, como es el caso de Drácula, el sediento conde de Transilvania que saltó a la fama gracias a la novela homónima del irlandés Bram Stoker. En el vampiro de esta novela, publicada el 26 de mayo de 1897, se conjugan una colección de rasgos que han inspirado posteriores representaciones de estos hematófagos sobrenaturales: es un aristócrata extranjero que busca relacionarse con personalidades de grandes ciudades, como Londres; no puede entrar a una habitación sin invitación; no se refleja en los espejos; vive de noche y no puede viajar sin llevar consigo un poco de la tierra de su patria, la única en la que puede descansar.

El bestial hematófago de Stoker está inspirado en Vlad Tepes, príncipe rumano del siglo XV, conocido El empalador de Valaquia, en la creación del personaje del conde Drácula. Vlad Tepes era conocido como Vlad Dracul porque pertenecía a la Orden del Dragón, un grupo de militares cristianos que se enfrentaban a los enemigos de la Iglesia. La sanguinaria fama de Vlad Tepes se debe a que era un aficionado a la tortura de sus adversarios. El empalamiento era su método predilecto de sufrimiento; además, solía beber la sangre de sus víctimas. Al menos eso dice la leyenda.

Pero Bram Stoker no inventó al vampiro. Antes de Drácula ya existían otros vampiros como Jure Grando, quien, según la leyenda, atemorizó la región de Istria, en Croacia, durante el siglo XVII. Otro es Lord Ruthven, el arisócrata vampiro de John William Polidori, médico personal de Lord Byron, y autor del relato “El vampiro” (1819). Otro sanguinario ejemplar es Carmilla, la sensual vampiresa de Sheridan Le Fanu en la novela homónima de 1876.

El vampiro es uno de los personajes favoritos de la pantalla grande. Pero antes del Drácula (1931) de Béla Lugosi y de Gary Oldman en la versión de Francis Ford Coppola (1992), estuvo Nosferatu (1922), la primera adaptación cinematográfica de la novela de Stoker. Sin embargo, ¿sabían que esta adaptación estuvo rodeada de problemas legales? Los realizadores no le pidieron permiso a la viuda de Stoker para usar la propiedad intelectual de su marido. Al final, un juez dictaminó que todas las copias debían ser destruidas, pero para entonces ya se habían distribuido varias copias que permanecieron ocultas.

¿Cuál es su vampiro favorito?

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana