Tras una histórica jornada electoral de dos días, el pasado fin de semana Chile eligió a los 155 ciudadanos que redactarán su nueva Constitución, la que reemplaza a la proclamada en 1980 durante el régimen militar de Augusto Pinochet (1973-1990).

En octubre de 2019, el aumento a la tarifa del Metro de Santiago causó descontento y originó violentas protestas.

El movimiento se extendió a toda la nación, se sumaron más demandas contra el Gobierno de Sebastián Piñera.

La violencia aumentó. “Estamos en guerra”, advirtió Piñera al decretar estado de emergencia. Las calles de Santiago se convirtieron en campos de batalla, violaciones a los derechos humanos se documentaban. Fallecieron 34 personas, de forma oficial, a causa de la represión de las fuerzas armadas.

Fue un año de protestas masivas; solo el Covid-19 las frenó una temporada, y se llegó a la conclusión de que había que cambiar la Constitución heredada de la dictadura de Pinochet, cuyas prácticas totalitarias seguían imperando en el país… 30 años después. El 25 de octubre de 2020, tras una consulta popular que convocó a los chilenos a las urnas, se aprobó la redacción de una nueva Carta Magna.

Este 16 de mayo, tras dos días de votaciones en los que 43% de un padrón electoral de 14.9 millones acudió a las urnas, se eligieron 155 ciudadanos que serán miembros de la Convención Constituyente. Los independientes ocupan 65 escaños de la Convención (17 serán reservados para los pueblo indígenas), mientras la oposición Apruebo y Apruebo Dignidad contarán con 25 y 28 puestos, respectivamente.

La candidatura Vamos por Chile, que aglutinó a los partidos de derecha y fue respaldada por Sebastián Piñera, se quedó con 37 escaños, lejos de los 52 (un tercio) necesarios para influir en el contenido de la nueva Carta Magna. Representado un duro golpe por parte de la ciudadanía al Gobierno.

¿El objetivo?, contar con nuevas reglas que permitan una sociedad más representativa, con más equidad, inclusión y regulación del patrimonio natural.

LEG