En política, aplaudir es muy fácil. No hay valentía en ello. Tampoco hay valentía en señalar los errores de tus adversarios; eso lo hace cualquiera. El verdadero valor, más bien, es admitir los errores, las incongruencias, y las amenazas a la democracia que surgen desde tu propio bando.

Hace unos meses vimos un ejemplo de esa valentía real. En 2019, la congresista republicana Liz Cheney (Wyoming), hija del exvicepresidente Dick Cheney, se convirtió en la coordinadora operativa de la bancada de su partido en la Cámara de Representantes de los EE.UU. Este era el tercer cargo más importante entre los legisladores del partido de Donald Trump.

Como muchos, Cheney era leal al entonces presidente. Pero después de que el Capitolio fue atacado por extremistas alentados por Trump (6 de enero de 2021), Cheney supo que se había cruzado una línea. El republicano había intentado revertir la elección que Joe Biden ganó legalmente, mediante un asalto al Congreso que provocó cinco muertes y cientos de heridos.

El 13 de enero de 2021, día en que inició el segundo intento de destitución de Trump (el primero, por el tema de Ucrania, fue entre diciembre de 2019 y enero de 2020), solo 10 republicanos de los 211 en la Cámara Baja votaron a favor de enjuiciar a Trump en el Senado. Una de ellas fue Liz Cheney.

Sus razones fueron resumidas en un comunicado, momentos después de su voto: “El presidente convocó a esta turba (…) y encendió la llama de este ataque. Todo lo que siguió fue obra suya. Nada de esto hubiera sucedido sin el presidente. (Trump) podría haber intervenido de forma inmediata y enérgica para detener la violencia. No lo hizo. Nunca ha habido una traición más grande por parte de un presidente (…) a su oficina y a su juramento a la Constitución”.

Inmediatamente después, por el crimen de defender la democracia y la ley, Cheney fue vapuleada en medios y redes por fanáticos trumpistas y otros republicanos. En febrero, el ala dura de su bancada intentó destituirla de su puesto como coordinadora operativa. En ese entonces, el número uno del bloque y Líder de la Minoría, Kevin McCarthy (California), frenó el intento.

Pero tras el segundo embate, McCarthy decidió no proteger más a Cheney, en aras de mantener la unidad de su bancada. Cheney fue destituida el pasado 12 de mayo. Minutos más tarde, declaró a medios: “Haré todo lo que pueda para asegurarme de que el expresidente (Trump) nunca más se acerque a la Oficina Oval”.

A Cheney la despidieron los aplaudidores del poder. Esos que no conocen la valentía ni el mínimo respeto a la verdad que necesita la democracia para subsistir. Muchos de esos cobardes, en el fondo, saben que Trump hizo un enorme daño al país. Pero decidieron no alzar la voz y, mejor, atacaron a quién sí lo hizo.

En México, muchos morenistas saben el daño que AMLO le está haciendo al país. Pero por miedo a las críticas, se callan. A ellos les digo: el país los necesita. No imiten a esos trumpistas que decidieron malbaratar su nación para proteger sus puestos y defender a un presidente nocivo para la democracia. Rompan sus cadenas, ¡rómpanlas ya! Millones se los vamos a reconocer y agradecer.

@AlonsoTamez

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