Adrian Trejo

No tenemos la fecha exacta para el siguiente informe trimestral del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero a juzgar por los hechos recientes igual se lo ahorra.

Pretextos tendrá, entre ellos la realización de las elecciones el próximo 6 de junio, o simplemente también podría mandar al carajo esa tradición inaugurada por él.

¿Qué podría informar que sacara a la población mexicana de esta depresión colectiva en la que se encuentra sumida desde hace dos años?

El ajuste a las previsiones de crecimiento de la economía que ha hecho bancos y calificadores no se debe a las políticas de aliento a la inversión en el país, sino a la recuperación económica y planes de desarrollo de Estados Unidos.

Como somos uno de sus principales proveedores, bancos y calificadores creen que ello disparará la producción en México y con ello la recuperación económica.

Tampoco podría presumir como un logro el incremento histórico de las remesas enviadas por mexicanos radicados, por los motivos que quiera, en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos.

La caída de nuestras principales fuentes de divisas, como la venta de petróleo y el turismo, han hecho que las remesas sean una bocanada de aire puro para las economías regionales.

La campaña de vacunación tampoco es algo que pueda presumirse.

Ni 10% de la población total del país (126 millones) tiene la dosis completa de la vacuna contra el Covid.
Lejos estamos aún del millón de dosis diarias que espera (sentado) el doctor consentido del sexenio, Hugo López-Gatell; si bien hay semanas que superamos las 400 mil dosis, el promedio anda en los trescientos mil y tantos.

¿Eso es culpa del Gobierno mexicano? En buena medida sí, porque desde el “misión cumplida’’ de Marcelo Ebrard, en diciembre pasado, hasta los anuncios de inversiones multimillonarias para supuestamente comprar vacunas, realizadas por el propio López Obrador, se generó una falsa expectativa que está lejos, muy lejos de cumplirse.

En materia de seguridad ni hablar; no hay quien pare el crecimiento exponencial de cárteles y otros grupos menos organizados, que no dan cuartel a la ciudadanía.

Ni la creación de la Guardia Nacional ha servido para reducir los porcentajes de crímenes de alto impacto social, por más que el Presidente se ufane de que en su país ya no ocurren matanzas tumultuarias.

Si fuera solo por los temas que le importan al ciudadano de a pie y no a él, López Obrador bien podría ahorrarse la pena del siguiente informe.

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Parece que la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum requiere urgente unas clases de semántica.

La funcionaria fue interrogada sobre el hecho del por qué se refiere al accidente de la Línea 12 del Metro como un incidente.

Explicó que para ella es incidente porque no puede ser accidente.

Ok.

Los significados son diametralmente opuestos, así como sus consecuencias.

La realidad es que Sheinbaum pretende minimizar la tragedia que representa la muerte de 26 personas más las lesiones que marcarán de por vida a otras 35 por actos u omisiones del Gobierno que encabeza y de los funcionarios de los cuáles ella es la cabeza.

Y no, no es “incidente’’.

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La polémica que se armó por la forma en la que Ángela Aguilar interpretó el Himno Nacional el sábado durante la pelea del Canelo Álvarez, debería obligarnos a revisar la ley sobre el uso de los símbolos patrios.

Una parte de la sociedad se rasgó las vestiduras, porque lo cantó más lento y casi la queman en leña verde.

Que sea menos.

En Estados Unidos hay versiones de hasta de rap, rock, jazz, balada, etcétera, y jamás hay drama mientras se respete la letra.

Ocupémonos de los problemas de verdad.

LEG