Vaya controversia que causó la información publicada el fin de semana en varios medios de comunicación, sobre la supuesta cancelación, por parte del Gobierno federal, del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA por sus siglas en inglés) que evalúa el desarrollo de las habilidades y conocimientos de los estudiantes de 15 años, a través de tres pruebas principales: lectura, matemáticas y ciencias.

Fue tan intenso el debate, que algunos analistas acusaron que la cancelación de esta prueba era un ejemplo más de la filosofía del actual régimen que rechaza la medición de problemas y resultados, para de esta forma poder dar a conocer los “otros datos” sin que nadie pudiera refutarlos, pues no habría un parámetro de comparación.

Sin embargo, en la mañanera el propio presidente, Andrés Manuel López Obrador, aplicó un gancho al hígado a sus detractores, al desmentir que su Gobierno hubiera impulsado la suspensión de esta evaluación, y por el contrario dijo que su administración apoya cualquier cosa que fortalezca la educación en el país.

Un golpe más fuerte para los críticos fueron las declaraciones de la secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez, quien no sólo rechazó la cancelación de la prueba, sino que anunció que para el próximo año está contemplada la aplicación internacional con una fase piloto; además de reconocer la importancia de la misma, para las y los maestros, como un diagnóstico para detectar las fortalezas y debilidades que contribuyan a un plan de trabajo con base en los resultados que se obtengan.

Al mismo tiempo, la titular de educación señaló que se debe considerar la complejidad y la diversidad de la realidad nacional en materia educativa, así como las distintas poblaciones y grupos de mayor vulnerabilidad, por lo que es necesario entender las evaluaciones como un instrumento de apoyo en la toma de decisiones de los diversos actores educativos.

Lo cierto es que, dejando a un lado las grillas contra la 4T, a nuestro país le urge un nuevo proyecto pedagógico acorde con los tiempos y las exigencias que demanda la nueva realidad; y aunque la emergencia sanitaria dejará un rezago en la educación de los estudiantes mexicanos, aún estamos a tiempo de diseñar este modelo que contribuya a que, en el mediano plazo, nuestra niñez y juventud reciban una educación de calidad, que les de los cimientos para un mejor desarrollo en su vida profesional.

CON LA PANDEMIA, LOS NIÑOS VEN MÁS TELEVISIÓN.

De acuerdo con un reporte sobre consumo televisivo infantil, realizado por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), durante el primer año de la pandemia de Covid-19, en México, el consumo de telenovelas por parte de los niños aumentó 66%, al pasar de 131 mil 750 infantes registrados en el periodo de marzo de 2019 a febrero de 2020, a 219 mil detectados de marzo de 2020 a febrero de este año.

El promedio de niñas y niños con la televisión encendida fue de 15.98%, mientras que en el año previo fue de 14.62 puntos porcentuales.

Los videojuegos y las plataformas digitales son la tercera opción de consumo entre este sector de la población.

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@JuanMDeAnda