Qué tiempos estamos viviendo y lo que se nos avecina. Por años, el 1 de mayo significó el Día del Trabajo, pero también cuando sindicatos y organizaciones, en su mayoría obreras-campesinas, levantaban la voz y reclamaban al Gobierno sus deficiencias.

Se escuchaba la necesidad de mejores políticas, mayores prestaciones, la exigencia de una canasta básica más completa; no faltaba el reclamo hacia una inflación en crecimiento, a la falta de empleos, la pugna por mayor seguridad y equidad, se exigía justicia social e, incluso, el incremento salarial de emergencia era el as bajo la manga.   

Los líderes de esos años se acompañaban de su base y era común ver el Zócalo capitalino repleto de maquinaria. Era el día del puño levantado, de las pancartas ondeantes y de las gargantas agotadas.

Hoy, no hay nada de eso, no hay siquiera reclamos. Hoy, el sector obrero está invadido de agachones, de líderes mudos, de secretarios generales que se creen vitalicios y como tal, están en el llamado bajo perfil, sin chistar y completamente alineados al Gobierno. Al que le quede el saco, que se lo ponga, porque lo tiene hecho a la medida.

Este año, mis compañeros, dizque representantes de la clase obrera, aprendieron a bailar al son que les tocó la 4T, se convirtieron en meretriz de una de las tantas pistas que ha montado el gran circo de esta administración.

Tristemente esas organizaciones sólo conservan la silla donde se festejan los logros de los líderes finados, aquellos nacidos en la clase obrera, sin grandes estudios pero con derroche de pasión y coraje en defensa de los derechos laborales.

Todos sabíamos que estos representantes de bajo calibre, escondidos bajo las siglas de organizaciones de tradición, no propondrían ninguna mejora, sino que sólo se les pedía defender lo ganado por décadas, levantar la mano y mostrar desacuerdo, pero ni eso. Aplaudieron y aprobaron cualquier iniciativa sin importar el daño a los trabajadores, vitorearon supuestos logros que no son otra cosa que el retroceso de 50 años de lucha. 

Aplauden sin parar los incrementos al salario mínimo sabiendo que el beneficio directo es a menos del 1% de los mexicanos, en contraste, cierran los ojos al 41% de trabajadores que ganan un sueldo insuficiente para cubrir la canasta básica.

Están en su etapa de confort, confiados en que una vez al año “negociarán” con las empresas los salarios contractuales, que obtendrán si bien les va, un porcentaje por arriba de la inflación y de esa manera hacer creer que ya cumplieron. Pero no señores, las mejoras salariales no sólo dependen de la negociación anual y de las empresas, sino de un trabajo integral que permita convenios, que exija la baja de impuestos, mejores servicios públicos a precios acorde a los salarios.

Tampoco olvidemos que el Gobierno federal acabó de tajo con buena parte de sus puestos de confianza y por decreto, violando la Ley Federal del Trabajo, redujo los días de aguinaldo a la burocracia, llevando así a muchas familias a la precarización. Hoy los trabajadores del Gobierno y del sector privado están en buena parte solos, disminuidos y en indefensión.

A los líderes sindicales aludidos e identificados en estas palabras les digo, despierten, dejen de defender sus intereses, dejen de fingir que todo está bien, dejen de ser omisos y de traicionar a la base. Hoy, México necesita líderes combativos que puedan ver de frente a sus agremiados y al Gobierno, y no de representantes inactivos que solo cacarean victorias pasadas.

    @CarlosPavonC