Esta semana se va a publicar la primera lectura del comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) al cierre del primer trimestre del año. No parece que pueda ser una cifra que pudiera presumir la autoridad, porque refleja todavía la comparación de los meses previos al cierre de las actividades económicas por la pandemia en 2020 y con un mal arranque de este 2021.

El único motor interno que tiene la economía mexicana para marcar una recuperación que vaya más allá de una simple comparación estadística, se espera en el sector exportador.

Porque esos datos que vienen de rebote en el papel van a ser materia prima para las mentiras del supuesto éxito de una recuperación ausente en nuestro país.

La reapertura de la economía de los Estados Unidos, con sus 1.9 billones de dólares de asistencia fiscal para la población y sus 200 millones de vacunados, implicarán números positivos para el sector industrial exportador mexicano, pero que serán más notorios a partir de marzo-abril.

Está claro que esa recuperación más notable no será para todo el sector secundario de la economía mexicana. Los exportadores pueden estar tranquilos, pero hay otros sectores, como la industria de la construcción, que viven en un estado de depresión.

El valor de producción de las constructoras hasta febrero pasado estaba en -16.5% debajo del nivel de febrero de 2020, cuando ese sector ya estaba en recesión. Sobra decir la importancia de la creación de infraestructura para que la economía pueda crecer y la intensidad de mano de obra de esta actividad.

El consumo interno ha logrado mejores números con el relajamiento del confinamiento, pero a este mercado le faltan millones de consumidores que perdieron su empleo y otros millones más que perdieron ingreso. Así que ese mercado de comercio y servicios domésticos va a recuperarse a otra velocidad.

Por lo pronto, febrero no fue un buen mes para la economía mexicana. El Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) marcó una esperada desaceleración anual, pero también frenó la recuperación que se había notado en enero.

La tendencia del IGAE apunta a una recuperación en forma de W y no tanto la palomita que implicaba una caída brusca pero una recuperación constante. Eso ya no ocurrió, por más que ya vienen esos datos de abril y mayo que van a despistar a la cúpula y a la feligresía de la 4T.

Por lo pronto, el desempeño de los tres primeros meses del año no apunta a cumplir la promesa presidencial de que en marzo habríamos recuperado todo lo perdido durante la pandemia. Esa caída hasta febrero del IGAE de -5.1% en términos reales en su comparación anual no adelanta cifras que se puedan presumir.

La cifra que la 4T quisiera tener disponible para su descarada campaña electoral se habrá de conocer hasta el 30 de julio de este año, con el reporte oportuno del PIB al cierre del segundo trimestre de este año, cuando en la mañanera empezará la venta de espejitos.

Porque el dato del PIB oportuno de este viernes no podría lograr esa utilidad. Aunque, claro, en el mundo de los otros datos, la realidad no importa.

 

@campossuarez