Héctor Zagal

Mensajes de altamar

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

Los mensajes en botellas son fascinantes. ¿Qué harían si se encontraran con uno? Yo me preguntaría qué manos sellaron el destino de este mensaje, qué anhelo impulsó esta botella hacia los brazos del mar, de dónde viene y a dónde va (si es que tiene un destino al cual llegar), desde cuándo ha viajado por el mar. Para una persona del siglo XXI, tan acostumbrada a comunicarse por mensajes instantáneos y ‘emojis’, la idea de un mensaje que podría ser leído o no, que podría tardarse años en llegar, es, cuando menos intrigante. No hay ‘likes’ de por medio. No hay certeza, tan sólo espera.

La idea tan fantástica que tenemos de botellas varadas en la playa con misterios ocultos es su interior es más una cuestión literaria que real. ¿Han leído el cuento “Manuscrito hallado en una botella” de Edgar Allan Poe? No les cuento más para no quitarles el placer de leerlo, pero sí considero que es una de las razones por las que estos mensajes tienen un aura de misterio y de romanticismo. Sin embargo, los mensajes en botellas flotando en el mar por meses, años, incluso siglos, no contienen, por lo general, apasionantes declaraciones de amor ni relatos maravillosos ni las coordenadas exactas de un tesoro perdido. La mayoría de los mensajes embotellados que se han lanzado al mar han tenido un objetivo menos dramáticos y más científico: conocer la dirección de las corrientes marinas.

Se dice, y esto es verdaderamente una leyenda de la era de Internet, que Teofrasto, el alumno y heredero del Liceo de Aristóteles, fue el primero en mandar mensajes en contenedores flotantes al mar con la intención de estudiar las corrientes marinas del Mediterráneo. No hay fuente alguna que afirme que haya sido así. (Y si la tienen, ¡por favor compártanla!)

Lo que sí sabemos, gracias a la familia Illman que viajaba por la costa oeste de Australia en enero de 2018, es que el 12 de junio de 1886, un tripulante del navío alemán “Paula” lanzó una botella al mar como parte de un experimento para investigar las corrientes oceánicas globales. Cada botella (se sabe que se lanzaron al mar miles de mensajes embotellados con este fin científico) contiene un mensaje con las coordenadas del barco en el momento en que se lanzó al mar, así como la fecha y el nombre de la nave. De acuerdo con el mensaje, la botella habría sido lanzada desde algún punto del océano índico. Este es el mensaje en una botella más antiguo que se ha encontrado hasta ahora.

Sin embargo, hay tiernas excepciones a los objetivos científicos de los mensajes embotellados. En 2019 se reportó el hallazgo de un mensaje de amor y despedida, que llegó a las costas del sur de Florida en una botella. El mensaje, escrito en italiano, rezaba “Hola, amor mío. Te dejo en estas aguas con la esperanza de que regreses al vientre materno. Así que deja que las olas te mezan y que el viento te acaricie. […] Te encontraré otra vez en la infinidad de las memorias de una vida pasada. Que la luz brille sobre ti. […] Gracias por el regalo que me dejaste, nuestra hija” (sic).

En 2017, una mujer encontró en Cinnamon Beach, Florida, una botella de vidrio en cuyo interior se encontraban cenizas y una carta. De acuerdo con el mensaje escrito, las cenizas pertenecían a Cindy Rounds, una mujer que había muerto de cáncer a sus 53 años. El mensaje también incluía los datos de su hija, Athina McAleer, y una explicación sobre su intención de arrojar los restos de su madre al mar: regalarle una existencia viajera, pues en vida no había podido ver el mundo.

¿Cómo ven? ¿Ustedes qué mandarían al mar?

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana