Hace poco pensé en el caso de Armie Hammer, un actor que me simpatizaba y hasta apoyaba, pensaba “este hombre es diferente”. Lo conocí por “Call me by your name”, el clásico moderno protagonizado por Timothée Chamalet y esta estrella. Pero tras enterarme de todos los casos de conductas sexuales inapropiadas con varias de sus parejas, entre ellas incluidas el canibalismo, me siento como un idiota. “Otra vez caí”, pienso.

Pero también me pregunto si podré disfrutar de la película de la misma forma. No lo he intentado desde esas noticias, y me siento culpable siquiera de pensar en ello, o en cualquier otra de sus cintas.

Lo mismo con Woody Allen, Kevin Spacey o Michael Jackson, artistas cuyos trabajos gozan de mucho prestigio dentro de los medios. Pero es importante entonces hacernos la pregunta, ¿se puede separar al autor de su obra?

Porque seguir consumiendo contenido de ellos después de ver lo que hacen se siente como hacerse de la vista gorda, solapar actos atroces por miedo a los cambios. Aunque por otro lado, ¿qué culpa tienen todos los demás que trabajaron en el producto artístico? ¿Qué hicieron los personajes o las coestrellas para merecer ese desprecio?

Incluso los libros pueden sufrir de ello. J.K. Rowling, autora de la saga de Harry Potter, podrá haber querido ser cancelada por sus declaraciones transfóbicas, pero sus adorados personajes, y todo su imperio, podrían ser víctimas de ese hecho.

Vivimos en un mundo donde cada vez es más difícil hacer una acción transparente, noble, porque todo tiene consecuencias inesperadas. “The Good Place”, una de mis series de comedia favoritas, ejemplifica este dilema bastante bien. En ella, se expone que hoy día es muy fácil apoyar a quienes no son rectos del todo, porque no tenemos la verdadera noción de cómo pequeñas buenas acciones pueden hacer daño, como el hecho de comprar flores para un enfermo, pero al hacerlo, tal vez apoyar a la empresa que explota a sus trabajadores para conseguirlo.

En este caso, el conscientemente dejar de consumir obras de arte colectivas por cancelar a una persona puede demeritar el valor del trabajo en cuestión, afectando a quienes pusieron su corazón en ella para exponerla al público.

Aunque tampoco es del todo correcto hacer como si nada hubiera pasado; quizá otro tipo de protesta podría y podrá ser más beneficioso en contra del artista. Dejar de seguirlos en redes, así como denunciarlos y, como empresas, dejar de contratarlos para futuros proyectos, son grandes iniciativas. Así está sucediendo con Armie Hammer.

El tema es muy complejo como para dar una postura absoluta. Mientras tanto, sigamos siendo espectadores conscientes para limpiar el futuro del cine y apoyar a figuras públicas con la ética por delante, para generar una postura política, en donde el arte lo hagan nuevas voces, de la forma correcta.

 

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