La manera como la 4T se ha radicalizado este año parecería una apuesta de imposición por encima de las instituciones.

El mensaje que se ha acentuado este año es que más allá de no tener una mayoría para cambiar la Constitución, lo que importa es que sus planes tengan el aval del Presidente de la República.

Pero, también cabe la posibilidad de que no se trate de la imposición de un régimen antidemocrático donde lo único que cuente es el dictado del líder del movimiento, en este caso del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Puede ser que se trate de un muy peligroso juego de mensajes electorales tendientes a mantener satisfecha a una clientela política que, como el resto de la población, no ha visto buenos resultados de este Gobierno, pero encuentra en la agenda radical una razón para mantener vivo su respaldo a la 4T.

Y los ejemplos de esa radicalización sobran, pero vale la pena ver algunos tan obvios como las modificaciones en materia de energías. La contrarreforma eléctrica, que empezó con decretazos presidenciales que fueron impugnados, es a todas luces violatoria de la Constitución.

Era evidente que tenía que terminar en tribunales y es tan evidentemente violatoria del texto constitucional y hasta del derecho humano a un medio ambiente saludable, que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) no debería tener más camino que declararla anticonstitucional.

Una suerte similar, aunque con sus propias características, debería ocurrir con la contrarreforma petrolera que sumisamente le van a aprobar a López Obrador los diputados que tiene a su servicio.

Pero de eso se trata, de mostrar que la 4T no ha perdido el toque y que busca destrozar esos cambios que ha vendido entre su clientela como aberraciones del neoliberalismo. Esas personas, que se cuentan por millones, realmente no quieren enterarse de que eso es mentira, porque los mueve más la fe que la razón.

Esto alimenta el discurso presidencial de que hay fuerzas oscuras que se oponen a la transformación, cuando no es otra cosa que hacer valer las leyes en contra de posiciones autoritarias del grupo en el poder.

Así, puede ser que valga más el mensaje de que ellos quieren cambiar las cosas, pero no los dejan las fuerzas conservadoras, antes que aceptar que una democracia se rige por las leyes.

Ahí está también el episodio de la ampliación del mandato al presidente de la SCJN, Arturo Zaldívar. El preocupante silencio del ministro y del resto del máximo tribunal de justicia no hace sino alimentar un discurso: la 4T pugna por que los titulares de los poderes, hoy el judicial, mañana el Ejecutivo, tengan tiempo para implementar la transformación, pero la mafia del poder no los deja.

Hoy, han logrado que hordas de feligreses del lopezobradorismo estén indignados porque no lo dejan re estatizar la energía y ampliar la presidencia del ministro. Vamos, porque no lo dejan aplicar la Cuarta Transformación.

Hay votantes, que estaban desilusionados por el pobre rendimiento de la 4T, que hoy han renovado sus votos ante esa lucha contra los molinos de viento de su líder. Y esos son votos para su causa.

 

                                                                                                                                             @campossuarez