Al menos 95% de las personas en situación de calle tienen un problema de consumo de sustancias, algunos lo padecen de forma más avanzada que otros, por lo que requieren diferentes estrategias de intervención para poder mejorar su situación.

En las calles, los indigentes deben enfrentar problemas de adicciones, prejuicios de la gente, el hambre, el frío y la lluvia… pero aún así no todos acuden a refugiarse en los albergues disponibles en la ciudad,
“Con los que no tienen muchos problemas de adicción podemos obtener que accedan a los albergues, y los que tienen un consumo muy alto es difícil que quieran irse con nosotros, a menos que los encontremos en ciertos horarios donde todavía no han consumido”, destaca Laura Segura, coordinadora de Atención Emergente de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social (Sibiso).

“Intentamos hacer la conexión, que sientan la facilidad de llegar en cualquier momento al albergue a obtener los servicios e implementar una técnica para hacerle la competencia a la sustancia”.

Explicó que las personas que viven en la calle tienen muchas aristas, hay casos en el que dejaron sus casas por violencia familiar… pero otros la abandonaron porque empiezan a consumir alguna droga adictiva, que los orilla a quedarse con personas similares, eso les va generando identidad, entonces se van quedando en los puntos de calle.

Abundó que la violencia familiar no solamente es hacia ellos, sino al interior de la familia; incluso hay casos donde personas que se han quedado huérfanas de padre o madre prefieren irse a la calle.

En otros casos, encuentran una pareja en situación de calle y los termina jalando a ese punto.

También destacó que hay sujetos de otros estados que cuando viajan a la CDMX se quedan en la calle, se les hace fácil y se vuelve una forma de vida, pues otro sector de la población genera todo su sistema económico.

Actualmente, la Sibiso cuenta con un modelo de inclusión social que consiste en varias etapas: la primera tiene que ver con el acercamiento que hacen las brigadas por los diferentes puntos de calle.

La segunda es la atención, cuando el sujeto ya decidió tener los servicios del albergue, que comprende alimentación, vestido y pernocta, incluso se oferta el tratamiento para adicciones.

Salir de las calles

“Cuando nos dicen que no, pero quieren seguir permaneciendo en el albergue… los enviamos a trabajo social, al área psicológica, para darles un tratamiento integral en sus emociones, porque tienen muchas soledades, ausencias, poca atención… tratamos de llenar este vacío y con actividades se detecta si son hábiles para pintar, cantar… a esta etapa la llamamos activación”.

Abundó que en esa fase pueden iniciar como voluntariado, después revisan la evolución de la persona y lo incluyen en algún trabajo (puede ser dentro del albergue) o actividades de asistencia social, que pueden se el impartir clases de ajedrez o dibujo, y es remunerado; esta etapa se llama de acompañamiento.

Al final, salen del albergue y comparten una vivienda con otra persona; en este punto se supone que tuvieron que hacer una especie de ahorro para poder tener una vida independiente, destacó la coordinadora.

Apoyan a familias a salir de la calle

Desde 2019, alrededor de 280 personas que vivían en situación de calle cuentan ahora con un lugar donde vivir con el apoyo de la asociación civil El Caracol, que trabaja con este sector de la población en distintos puntos de la Ciudad de México.

El director de la organización, Luis Enrique Hernández, destacó que estas 280 personas están conformadas por entre 60 a 70 familias… sin embargo, esperan que al menos el 40% nunca vuelva a caer en situación de calle.

Comentó que en 2019 se integraron a la sociedad 30 núcleos familiares, conformada en promedio por cuatro individuos; en 2020 fueron 40 y para el periodo 2021-2023 tienen un proyecto de 50 familias. “Para este año esperamos a 15 nuevas familias, más el seguimiento de los otros núcleos sociales”, destacó.

Hernández señaló que El Caracol, además de ayudarlos a conseguir una vivienda, les brinda ayuda para que puedan ahorrar seis meses y en este tiempo se van fortaleciendo, porque toman terapia, acompañamiento educativo y atención contra las drogas, con la finalidad que la vida fuera de la calle sea más sostenida.

También subrayó que no criminalizan la parte del consumo de enervantes, alcohol o solventes: “este tema no es el único problema, faltan programas especializados para familias, espacios de tratamientos, políticas públicas”.

Karen quien se desempeña como educadora en la organización, resaltó que durante la pandemia reparten kits que consisten en gel antibacterial y cubrebocas como una de sus labores de apoyo.

LEG