La madre Conchita
Foto: Tomada de Twitter La madre Conchita estuvo presa en las Islas Marías, acusada de haber ordenado la muerte del General Álvaro Obregón  

Corría el año 1929. Era mayo, uno de los meses más calurosos en México, cuando una mujer arribó, escoltada por gendarmes mal encarados, a las Islas Marías en calidad de presa. Se trataba de la madre Conchita, cuyo apacible semblante ocultaba una trágica historia.

Concepción Acevedo de la Llata (Conchita) enfrentaba cargos graves, pues llegó a las islas nayaritas acusada de haber sido la autora intelectual del asesinato del general Álvaro Obregón, crimen que, hasta la fecha de su muerte, siempre negó.

Perteneciente a la orden de las capuchinas, a Conchita le tocó vivir el México postrevolucionario, aquel que el 31 de julio de 1926 decretó la cancelación de los cultos religiosos, con la consiguiente clausura de conventos y capillas, dando pie a la Guerra Cristera.

Bajo ese contexto, difícil para quienes profesaban alguna religión, en el país se formaron diversos grupos como la Liga Nacional de los Defensores de la Libertad Religiosa o la Unión de Católicos, conocida como ‘La U’, a la que pertenecía Concepción y la cual estaba comandada por el arzobispo Leopoldo Ruiz y Flores.

Las anécdotas, aquellas que quedaron impregnadas en diarios de circulación nacional, como El Universal o en libros como ‘El asesinato de Álvaro Obregón’, escrito por Mario Ramírez Rancaño, detallan que ‘La U’ fue una de las muchas organizaciones que buscaban acabar con la vida de Obregón, a quien veían como el demonio mismo.

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Aunado al descontento social que no menguaba tras la Revolución, las políticas antieclesiásticas abonaban al encono y a la organización de distintos boicots o acciones directas contra quien en 1928 era presidente electo: Álvaro Obregón.

El 17 de julio del año mencionado José de León Toral disparó a quemarropa al general Obregón en el restaurante de La Bombilla, tras acercársele para enseñarle los bocetos de algunos dibujos que había realizado.

El Universal

El asesino material frecuentaba recurrentemente el convento de las capuchinas, ubicado en Tlalpan, y era confidente de la madre Conchita quien, según su testimonio, lo habría instigado a cometer el crimen.

El juicio contra Conchita y León Toral inició el 2 de noviembre de 1928… Lo demás es historia.

Del juicio del siglo a las Islas Marías

El juicio del siglo, como fue llamado el proceso en ese entonces, duró cinco días y en él la madre Conchita aseguró que no instó a su amigo Toral a cometer el crimen, pero, estoica, afirmó que el asesino obedeció a la influencia nacional y ‘a los dolores que padece la Patria’.

Ante la pregunta del Juez sobre las reuniones que sostenía con León Toral, la religiosa sólo atinó a contestar que eran para ayudarlo, pues se sentía afligido y necesitaba a alguien que lo escuchara: ‘eso fue a pedirme y no tenía consigna mía’.

Como el país se encontraba crispado y la situación política era prácticamente insostenible, se determinó fusilar a León Toral para calmar las aguas y, sin más pruebas que los dichos del autor material y un enardecido jurado conformado, según El Universal, por “obreros y campesinos radicados en San Ángel” mandar a la madre Conchita a las Islas Marías.

El Universal

Concepción fue sentenciada a purgar 20 años de prisión en las Islas, a donde llegó en 1929, por conspirar en la muerte del General.

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La madre Conchita dejó de serlo cuando abandonó los hábitos el 20 de octubre de 1934 para casarse con Carlos Castro Balda, quien también se encontraba preso en las Islas acusado de detonar bombas en la Cámara de Diputados el 23 de mayo de 1928.

Tras haber cumplido 12 años, 4 meses y 9 días de condena, yendo y viniendo de la Penitenciaria del entonces Distrito Federal a las Islas Marías (muchos la consideraban una presa política), el presidente Manuel Ávila Camacho (quien se proclamaba abiertamente católico) la indultó, lo que resultó en su inmediata libertad.

Conchita murió en 1978. Tenía 87 años al momento de ser amortajada con su hábito de monja, un permiso especial que otorgó el mismísimo Papa Pablo VI.

Si la madre ordenó o no el asesinato de Álvaro Obregón seguirá siendo un misterio hasta el último de los días.

De monja a periodista, escritora y activista

Quedan como mudos testigos los artículos que la madre Conchita realizó para la revista Hoy tras salir de prisión, pero, también, sus libros titulados Una mártir de México (1965) y Yo, la madre Conchita (1974).

En 1952, junto con su esposo, Castro Carlos Balda, creó la la Sociedad Civil Luz Fernández Semallera de Icaza A.C, que apoyaba a niños otomíes.

 

FF