Si el 2020 fue marcado como el año de la caída, el 2021 pinta para ser el renacimiento. Todos los países del mundo se encuentran en una carrera por vacunar a toda su población, con los “hijos de papi” acaparando la mayoría de las dosis, otros con unas cuantas y muchos sin aún poder participar. 

Uno de esos hijos es Estados Unidos, con un plan tan rápido que ahora alrededor de 3 millones de personas se vacunan cada día, lo que México ha logrado en un mes en promedio. Con este ritmo tan acelerado, nuestro vecino del norte está cerca de inmunizar a por lo menos la mayoría de esa población muy pronto.

Si de por sí los mexicanos han visto a Estados Unidos como el país de los avances y de la promesa, la crisis sanitaria no ha hecho más que aumentar esas aspiraciones, y hacer que el sueño de muchos de vacunarse se haga realidad con el simple hecho de tomar un vuelo para meterse en las filas y recibir la inyección de oro. En algunos estados, bienvenidos turistas. En otros, no. Aún así, los viajeros están dispuestos a intentarlo en donde les toque.

¿Qué costos éticos tiene el hacerlo? Por un lado, existe el tema nacionalista de proteger primero a los suyos y luego ayudar a los demás, donde se ven involucrados impuestos, además de otros factores. Por otro lado, quizá la clase alta mexicana esté haciendo un favor al país, porque al hacer estos viajes de vacunación, están dejando las limitadas dosis que nos llegan, sobre todo en comparación con Estados Unidos, para quienes no pueden tomar un avión fácil, y están poniendo su instinto de supervivencia sobre cualquier cosa.

Pero además del factor ético, el fenómeno se vuelve una exposición clara y contundente de poder. 

Estados Unidos es, para muchos, la capital del entretenimiento, economía, comercio, turismo, entre otros. Ahora se hace más presente el factor salud como otro símbolo del American Dream, otra razón para migrar, para tocar la puerta, arrodillarse y someterse a una humillación, con tal de sentirse “americano”. 

El fenómeno de desigualdad sólo crecerá, sobre todo tomando en cuenta que, incluso sin vacuna, la gente de bajos recursos tiene más probabilidad de caer en un caso grave de COVID. 

Con la promesa del “pasaporte de vacunación” para viajar a otros países, entrar a antros, eventos deportivos, conciertos y eventos sociales, las clases sociales, así como las diferencias entre ellas, solo irán a la alza. 

Mientras esperamos el nuevo orden mundial, tendremos una división mucho más marcada, entre quienes ya podrán ser libres de regresar a una vida normal y quienes se sentirán más abandonados que nunca.

Y la duda sobre si el saltarse la fila, y ser Robin Hood realmente hará que las potencias mundiales presten atención hacia los países chicos, o si solo hará que se los coman.

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