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Cubiertos de pies a cabeza con guantes, cubrebocas, lentes oscuros y careta con capucha, dos hombres disfrazan su falta de arrugas y se forman en un centro de vacunación de la Marina, donde se administra la dosis contra el Covid-19 a adultos mayores.

Alberto y Rubén, tienen 35 y 31 años de edad… a uno le faltan 25 y al otro 29 para tener los 60 años de vida el derecho a formarse en esa fila, pero eso no parece importarles y uno, por si fuera poco, hasta utiliza silla de ruedas para completar su personaje.

Resulta que estos individuos son en realidad un jugador profesional del videojuego de EA, FIFA y el otro es un asesor de la compañía en su división Sports (deportes).

Cuando tenía 15 años (en 2005), Rubén fue tercer lugar en el campeonato mundial virtual de FIFA en aquel entonces. Además consiguió actuar en algunos papeles pequeños en telenovelas, comerciales y obras de teatro.

Alberto por su parte resultó ser un asesor de este videojuego de fútbol para la compañía EA Sports. Su trabajo consiste en afinar detalles para hacer el juego más óptimo para México, pero también se supo que participaba en sus campañas de marketing.

Aprovechan el miedo al Covid para ocultar sus rostros y sus cuerpos sin que nadie los cuestione, pero también el que, para vacunarse, sea admitida la CURP y el Acta de Nacimiento como identificación oficial, aunque ambas carecen de fotografía.

Por supuesto, si ya se disfrazaron cual actores de teatro, los documentos son lo de menos: ambos utilizan papeles del padre y el tío de Rubén. Así avanza la comedia.

El plan marcha conforme lo planeado y ese 27 de marzo logran aplicarse la primera dosis de la vacuna contra el Covid, pero como dice el dicho: “El pez por la boca muere”.

Ya en el área de observación, donde deben permanecer por si se presentan efectos secundarios, una funcionaria los mira con extrañeza porque algo en la voz de uno de ellos no le termina de cuadrar, sus dudas desembocan en la señal de alerta.

Pero hay que actuar con cautela, pues puede ser que la intuición esté equivocada… se les requiere nuevamente sus documentos y tras comprobar que hay algo irregular, es hora de llamar a la Policía.

Aparecen los representantes de la ley y ahora sí, fuera la cortesía, se les realiza una revisión preventiva.

La comedia llega a un intermedio, porque del centro de vacunación, cambia el escenario a un juzgado penal.

Usurpación de identidad, falsificación o alteración y uso indebido de documentos, les lee el juez que, ya detenidos y procesados, lleva su caso.

Prisión preventiva, un mes tras las rejas mientras se cierra la investigación, dice el juzgador… que no puede procesarlos por su evidente falta de vergüenza, porque eso no es un delito.

Incluso el funcionario de la Fiscalía que fue destituido el lunes por aplicarse la vacuna sin tener la edad (casualmente, también en la Marina), tuvo una excusa: sobraban al final del día y no se podían desperdiciar, entonces se formó y le tocó.

Quizá Alberto y Rubén siguieron el ejemplo de dos mujeres que en Orange, Estados Unidos, se disfrazaron de ancianas para obtener la primera dosis contra el Covid-19 y les salió bien.

Tal vez no se enteraron que ahí también las descubrieron (cuando, con el mismo disfraz, ya iban por la segunda) y fueron arrestadas el 18 de febrero pasado.
Porque sinvergüenzas hay en todas partes.

LEG